"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
(…) y cuando busquen el descanso piensen en la mañana dura que tengamos por delante, cuando tengamos que poner más pasión y más cariño al hacer cada vez más grande a Chile y cada vez más justa la vida en nuestra patria”. Este fue el mensaje esperanzador que transmitía Salvador Allende a finales de los años sesenta, época en la que está ambientada la película de Sebastián Muñoz: El Príncipe. Basada en una novela de Mario Cruz, el director se fija en el discurso del Presidente, que le sirve para transmitir un mensaje “esperanzador por un lado, pero duro por otro”. Ajenos a la realidad política del país, los protagonistas de la historia del director chileno son prisioneros en una cárcel en la que la violencia y el sexo se convierten en protagonistas. “En la película estoy contando una historia que podría ser real, hablo del amor negro de las noches en la cárcel, noches oscuras que pasan esos hombres cuando nadie los ve y todo vale”.
En el film, Sebastián quiso huir de las clásicas escenas explícitas en las que son las mujeres quienes tienen que mostrarse. En este caso, los hombres se desnudan ante la cámara: “Venimos de un país súper conservador. Me pareció interesante mostrar a hombres con desnudos frontales para que así la mujer dejara de ser el objeto de deseo al que nos tiene acostumbrados la industria. Pero mi objetivo no era mostrar el desnudo masculino, sino la historia que representan aquellos hombres sin tapujos: Quería contar su historia de principio a fin”.
En El Príncipe, Jaime, un joven de 20 años, acuchilla a su mejor amigo en un arrebato pasional. Cuando entra en la cárcel conoce a El Potro, un hombre mayor, a quien se acerca necesitado de protección y cariño. En su estancia en prisión, Jaime descubre el amor y la lealtad aunque no se libra de la lucha de poder que caracteriza a una cárcel. Según el director, el film representa “lo paternal, el cariño. No quería que se tradujera en que esta es una película exclusivamente sexual en la que se analizan las relaciones sexuales que se dan en la cárcel, de ahí que decidiera contrastar las edades. Así el concepto pasaba a ser más complejo, más grande”.
“Quería que la mujer dejara de ser el objeto de deseo”
Sebastián Muñoz cuenta con una larga trayectoria en el sector: Ha participado como director de arte en las películas más destacadas del novísimo cine chileno actual, como Play, Ilusiones ópticas, de Cristián Jiménez, Un caballo llamado Elefante, de Andrés Waissbluth y Chile puede, de Ricardo Larraín, entre otras. En 1996 dirigió su primer cortometraje, La felicidad, al que siguió La buena suerte en 1998. El Príncipe, su primer largometraje, fue seleccionado para Cine en Construcción en el Zinemaldia de 2018 y se estrenó en la Settimana della Critica del pasado Festival de Venecia.
Cuando hacemos alusión al décimo aniversario de CinemaChile, Muñoz afirma que “el hecho de que se presenten ocho películas en San Sebastián de directores chilenos con mucha trayectoria y directores como yo, que presento mi primera película, tiene que ver con el cambio que se está viviendo en Chile y en el mundo en general. Es una apertura hacia el mundo, es como si dijeran ‘te aceptamos’. De alguna manera, añade “Sebastián Lelio hizo que el mundo pusiera los ojos en Chile”. El cine chileno, finaliza, “tiene que existir porque cuenta historias políticas que enfrentan al espectador, son historias provocadoras”.
María Aranda