"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Mr. Gray ha sido destinado como nuevo gobernante a una pequeña isla perdida en los mares de Indonesia, colonizada únicamente por tres europeos. La exuberante postal de palmeras inunda la vista del nuevo mandatario al desembarcar en ese impecable retrato del paraíso. Nada le hace presagiar que su nueva labor al mando de la hospitalaria isla de Bienvenido pudiera ser desapacible.
Pronto conocerá al resto de habitantes europeos, no muy bien avenidos. Por un lado están los hermanos Owen y Martha Jones, dos misioneros muy severos y disciplinados. El cuadro que tienen colgado en la pared con la frase “el precio del pecado es la muerte” dará una pista a Mr. Gray de la intransigencia de los hermanos hacia cualquier comportamiento epicúreo.
Por otro lado está el Honorable Ted, el “peinaplayas” dipsómano que da título a la película, un vividor mantenido por su familia desde Inglaterra para que permanezca alejado. Pero este simpático borracho, capaz de embaucar a los nativos y al propio mandatario, no deja de provocar altercados por culpa de su alcoholismo, perturbando la paz entre colonos y nativos.
La convivencia entre los religiosos cristianos y el vagabundo nihilista parece irreconciliable, y Mr. Gray tendrá que lidiar con ellos para impartir justicia en una isla sin presidio. Hasta que una plaga de cólera brota en el seno del edén, y Ted y Martha deben dejar a un lado sus diferencias para poder extinguir la epidemia.
Muriel Box utiliza esta historia de colonos –escrita por su marido Sydney– para establecer el tablero de su juego favorito: desguazar los tópicos femeninos en un mundo capitaneado por hombres. Así, el personaje de Martha –interpretado por Glynis Johns– se revelará como una fuerte mujer capaz de afrontar con ingenio cualquier situación crítica de forma ingeniosa.
Pero Box no se limita a voltear los roles de género, y al mismo tiempo dará un giro a los estereotipos establecidos, porque The Beachcomber (1954) es, ante todo, una historia que pivota sobre la redención. Los roles masculinos que representan el poder –iglesia y gobierno– mostrarán sus debilidades a medida que Martha y Ted se hacen más fuertes y van estrechando su relación.
Pero esta película no es La reina de África ni Cuando ruge la marabunta, porque si bien Box también decide jugar con los géneros (cinematográficos) mezclando drama, comedia o aventura, suprime la clásica historia de amor. O dicho de otro modo, evita los clichés del drama romántico al uso. La directora opta por poner el foco en el titánico esfuerzo de su protagonista femenina por salvar a la comunidad, profesando un profundo amor por la comunidad y la naturaleza, su salvadora a la postre.
Y de ese libertinaje a la hora de transitar por distintos géneros surge lo mejor del film de Box, pues lejos de querer articular un film transgresor o experimental, invita al espectador a dejarse llevar por una imprevisible y simpática historia de personajes desubicados.
Angel Aldarondo