A comienzos de los 90, el Gobierno de Yugoslavia canceló la autonomía de Kosovo, disolvió su Parlamento y cerró la televisión nacional. Las nuevas autoridades reorganizaron toda la vida institucional, mientras que la mayoría de los ciudadanos respondieron manifestándose pacíficamente. En aquella nefasta época, Fadili, que trabaja como archivista, tiene que elegir entre dos opciones, a sabiendas de que ambas son injustas.
Este es el escenario en el que arranca la ópera prima de Ismet Sijarina –primera producción de Kosovo que participa en el Festival de San Sebastián– quien ha querido situar la acción de Nëntor i ftohtë - Cold November (Noviembre frío) en esa etapa tan convulsa para la historia de su país, de la que tanto él como su coguionista Arian Krasniqi fueron testigos cuando eran niños.
Su enfoque deja de lado la dimensión política de los acontecimientos reales en los que transcurre la película para analizar las vidas de sus protagonistas y sus conflictos particulares: “Cualquier persona tiene una historia que compartir. No nos interesaba tanto el retrato de los acontecimientos a gran escala como buscar personajes menos conocidos de la sociedad, cuyas historias se desmarcasen del relato histórico principal, para poder compartirlas y contribuir al relato colectivo desde las vivencias individuales”.
Partiendo de sucesos reales modificados para construir la ficción, de documentación de archivo utilizada en La Haya en los juicios contra ex líderes serbios, así como sus propios recuerdos, fueron modelando a los personajes con el objetivo de centrarse en una perspectiva social, para que la audiencia elabore sus propias conclusiones al salir del cine: “Un científico o un político pueden sentenciar y dar un mensaje definido, pero como artistas no nos corresponde hacerlo. Estamos aquí para lanzar preguntas aportando todas las herramientas necesarias para que cada espectador o espectadora reflexione en su búsqueda de una respuesta”.
Muchas decisiones formales de la película se tomaron desde un planteamiento más conceptual que técnico, para lograr la mayor honestidad posible en la ambientación histórica y conseguir que el relato contuviera su verdad específica: “Más allá de las decisiones técnicas, elegimos rodar en 4:3 para encerrar los planos e ilustrar una sensación casi claustrofóbica en paralelismo directo con la situación emocional del protagonista, que no tiene casi espacio para tomar sus decisiones. El tictac continuo del reloj, por ejemplo, que alude a la cuenta atrás de una bomba a punto de estallar, es otro detalle que refleja nuestra intencionalidad”.
Ismet Sijarina: “Deberíamos hacer más películas sobre guerras y menos guerras”
Esa textura años 90 en el tratamiento de la imagen y del sonido contribuye a que la audiencia pueda viajar a esa época y empatizar con los protagonistas. En un segundo plano, busca también filmar en formatos que evoquen el tipo de imágenes que se generaban en aquella época, presentes en el imaginario común de quienes seguíamos con atención las imágenes que nos llegaban en los telediarios: “Hay un trabajo especial de la iluminación. En todas las secuencias en el interior de la casa predominan los colores cálidos para apoyar esa sensación de calidez, porque solo ahí nos sentíamos a salvo en aquellos años. El peligro nos esperaba en la calle o en el lugar de trabajo”.
En lo referente a la música, Cold November no tiene banda sonora. Todas las canciones que aparecen en la película están interpretadas por una banda que estaba físicamente en el set con el resto del equipo, fuera de foco, de manera que los protagonistas podían sentirlas en tiempo real. “Añadir la música en la postproducción no entraba en mis planes, me parecía que iba a restarle autenticidad al relato”.
Todas estas decisiones contribuyeron a marcar la dirección hacia un tratamiento cercano al estilo documental que el director perseguía, consciente siempre de que no quería ofrecer una película maniquea, de propaganda política, donde buenos y malos aparecieran señalados, porque para él el prisma desde el que hoy observamos esa etapa histórica cambia por completo la opinión que podríamos haber tenido si hubiésemos llegado a presenciar los hechos en tiempo real. “La gran pregunta que pretendemos lanzar a los espectadores y espectadoras es: ‘¿Qué habrías hecho tú en su lugar? ¿Qué opciones crees que tendrías en un contexto similar?’”
“Cuando filmamos esta película, aunque partíamos desde nuestra posición de mantenernos lo más neutrales posibles con el trasfondo político, sí queríamos al menos transmitir la idea de que nada, en la guerra, es positivo. Todas aquellas personas que dicen estar hartas de ver películas con temáticas sociales o de conflictos bélicos, considero que están erradas. Deberíamos hacer más películas sobre las guerras, y menos guerras”.
Amaiur Armesto