"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
En Leto (Summer), película procedente del último Cannes que se proyecta en Perlak, la música es muy importante. Su banda sonora tan rock como glam, por la que desfilan David Bowie, Iggy Pop, Talking Heads o T. Rex, resulta esencial para entender el estado de ánimo no tan solo de los personajes, sino de toda una época, los años ochenta del pasado siglo en Leningrado. Siempre se ha dicho que en según qué situaciones y contextos la música, como el cine o la literatura, supone un refugio, una válvula de escape. El film del prestigioso director teatral Kirill Serébrennikov certifica esa idea: utiliza muy bien la música a nivel narrativo y emocional.
Lo mismo, aunque en una situación dramática y con un estilo audiovisual bien distinto, ocurre con Oreina, el primer largometraje de ficción de Koldo Almandoz y una de las películas presentadas en New Directors. En esta historia de pescadores furtivos, inmigrantes integrados, hermanos que no se hablan, homosexualidad escondida, marismas y zonas industriales, tensada pero al mismo tiempo no exenta de un sutil sentido del humor, la música ambiental con reminiscencias del ambient de vanguardia de Robert Fripp y Brian Eno que se escucha en determinados momentos, puede llegar a contarnos muchas cosas sobre los personajes sin que estos digan nada.
In Fabric, en Sección Oficial, es el nuevo trabajo de Peter Strickland –centrado en el paso de mano en mano de un vestido maldito como si fuera el billete de lotería de la novela homónima de Jules Verne o el billete de 500 francos de El dinero de Robert Bresson–, la música no tiene tanta importancia, a no ser que entendamos los ruidos y silencios como música en sí misma, que también lo es. Pero en uno de sus anteriores filmes, Berberian Sound Studio, el inclasificable Strickland, con la ayuda del grupo Broadcast, ya hizo todo un tratado de cómo crear atmósferas precisas con la música electrónica setentera.
Aunque su banda sonora musical es un rumor y acude puntualmente a canciones ajenas, la composición sonora de Las hijas del fuego, la reivindicación del goce del cuerpo femenino y la búsqueda del poliamor que presenta Albertina Carri en Zabaltegi, o como aún se puede concebir el sexo en el cine como un arma ideológica a la vez que herramienta hedonista, mezcla las oleadas de placer y el rumor del sonido del mar con deleite.
Quim Casas