"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
“Las hijas del fuego son un grupo de mujeres gozosas y bellas que están dispuestas a reescribir las formas de habitar este mundo, a reescribir la forma de amar y de estar, y a encontrar sus propios caminos liberándose del dolor que implican las lógicas patriarcales y capitalistas”.
Son las palabras de la directora Albertina Carri en referencia al título de su última película, con la que compite en la sección Zabaltegi-Tabakalera. Y son palabras que exponen muy bien las intenciones de un film que para ella nació de una necesidad, la que sintió cuando en 2015 se produjo lo que define como “un cambio de paradigma” en Argentina con la llegada al poder de la derecha, lo cual para ella representa “no sólo una crisis económica y política, sino también social, que permite la habilitación de discursos violentos”, y cita el ejemplo de una manifestación LGTB en la que padecieron el hecho de tener que ser increpadas con el mensaje: “Disfrutad, que os queda poco”.
Las hijas del fuego, la última película de una vieja conocida del Zinemaldia (es la tercera vez que visita el certamen), se plantea como una respuesta a esa violencia, y lo hace a través del viaje de una serie de mujeres que traspasan fronteras geográficas y vitales: “Mujeres que queremos hablar de nuestro goce y dar visibilidad a otras formas de habitar el mundo”.
“Esta película quiere reescribir la lógica de lo pornográfico”
La visibilización del sexo explícito a lo largo de la película pone sobre la mesa un debate en torno al discurso pornográfico. Carri tiene claro que el género pornográfico es históricamente patriarcal y va dirigido básicamente a la excitación de determinados hombres. En ese sentido, muchos estudiosos consideran que la película de Carri no es pornográfica, sino una película narrativa con mucho sexo explícito. Sin embargo, “a mí sí me gusta inscribirla dentro del género pornográfico porque yo quiero discutir con ese género. Por supuesto aquí la mujer no es un objeto, pero yo quisiera que esta película formara parte de la pornografía aportando esa diferencia. Esta película quiere reescribir la lógica de lo pornográfico”.
Albertina Carri es consciente de que con este film provoca reacciones muy antagónicas. Ella no suele pensar en el público cuando hace una película, pero en este caso sí siente que ha recogido una demanda que estaba en el aire para las mujeres lesbianas: “Hay que reconocer que en buena medida la pornografía también ha sido educativa para muchas de nosotras ante la ausencia de una correcta educación sexual, y eso entraña un riesgo porque estas películas van en un único sentido de vivir el placer. Esta película amplia el campo de batalla. Yo tengo más de 40 años y todavía no me he encontrado en pantalla, lo cual es muy chocante en un mundo en el que precisamente la imagen lo domina todo. Hay algo de tu subjetividad que no está representado en ningún texto fílmico”.
Gonzalo García Chasco