Nacido en Nálchik, capital de la República de Kabardino-Balkaria, en el Cáucaso Norte, Kantemir Bagalov se muestra orgulloso de sus raíces. Su primera película, Tesnota, que participó en Cannes en la sección Un Certain Regard y que forma parte de la programación de Zabaltegi-Tabakalera, está muy vinculada a estos escenarios y también a los recuerdos de niñez del propio cineasta.
¿Por qué decidió contar esta historia en clave de drama familiar?
Las tensiones que se dan en el ám- bito familiar son un pozo sin fondo para los que nos dedicamos a contar historias, sobre todo en aquellos ambientes, como el Cáucaso, donde la familia aún mantiene un peso específico y donde un amor obsesivo por parte de tus progenitores puede matar la personalidad de uno.
Eso es lo que le ocurre a Ila, la pro- tagonista de Tesnota ¿no?
Sí, ella busca escapar de esa asfixia que le procura el núcleo familiar, y se rebela contra el destino que para ella tienen preestablecido sus padres. Porque eso es algo también muy típico en mi tierra, la convicción de que hay que perpetuar la estirpe casándote con alguien de tu estirpe.
Por un lado están sus obligaciones como miembros de un clan, por otro las que se infieren de su pertenencia a una comunidad concreta, en este caso la judía.
Exacto, en el Cáucaso pasa eso y no solo entre los judíos, también los cabardinos son muy celosos de sus valores. Al final son comunidades que solo se relacionan entre los suyos.
Da la sensación de que usted se expresa a través de los ojos de Ila, de que sus deseos de emancipación son los suyos.
Bueno, yo creo que en todos los personajes de la película hay algo de mí o, en todo caso, de alguien de mi entorno cercano. Pero sí, si tuviera que empatizar singularmente con un personaje sería con Ila.
¿Por qué decidió ambientar su película durante los años 90, en plena guerra de Chechenia?
Fue un momento crítico en la historia reciente de Rusia. Tras la desmembración de la URSS aquello fue la constatación del caos que se estaba generando. Además mis personajes viven en pie de guerra y vincularles a un escenario social como el que se vivió en aquél entonces me permitía subrayar esta idea. Esta historia solo tenía encaje en los años 90.
Su película ha sido producida por Aleksandr Sokurov ¿cómo se ha sentido apadrinado por un cineasta tan prestigioso?
Me gusta el verbo apadrinar porque justamente eso es lo que ha hecho Aleksandr conmigo: ser mi padrino. Él me ha dado una formación, me ha hecho evolucionar como cineasta y como persona. Eso para un director novel es muy importante, más en un país como Rusia donde los debutantes no suelen ser bien recibidos. A mí me gustaría ser profeta en mi tierra, abrir camino, y que otros jóvenes caucásicos continuasen haciendo cine para mostrar nuestra realidad.
JAIME IGLESIAS