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Abrumado aún por la recepción que tuvo tras su paso por Venecia (donde consiguió el León de Plata al Mejor Director y el premio a la Mejor Ópera Prima), Xavier Legrand ha presentado en Perlas Jusqu’à la garde, su debut como director de largometrajes: “Está siendo muy emocionante recibir las muestras de gratitud que me está brindando el público español. En Italia me pasó lo mismo. Me dicen que mi película es un film necesario. Yo creo que lo que agradecen es que alguien intente derribar barreras, que el cine, por fin, se atreva a hablar de un tema como el de los malos tratos en el hogar”.
La película cuenta la historia de un manipulador, de un hombre que pretende recuperar a su esposa mediante amenazas, coacciones y engaños: “Primero convence a la jueza que tramita su divorcio de su derecho como padre a tener la custodia compartida de su hijo. Después obliga a este a que le facilite el móvil y la nueva dirección de su madre y, finalmente pretende engañar a esta haciéndola creer que ha cambiado. Lo que me interesaba, no obstante –precisa Legrand–, era narrar las acciones de Antoine desde el punto de vista de sus víctimas”. En este sentido resulta muy meritoria la dirección de actores: “Yo he trabajado como actor y eso es una ventaja de cara a entenderme con los intérpretes. De entrada les mandé una serie de documentos que creía que podían servirles para abordar sus personajes pero dejándoles libertad para que se sirvieran de ellos. Después me esforcé por crear un clima de distensión en el set. Creo que, al contrario de lo que pudiera pensarse, eso favorece que los actores interpreten mejor las escenas de tensión. En cualquier caso no soy de esos directores que agobian al actor explicándole las motivaciones de su personaje. Prefiero que sea él quien las asuma”.
Legrand admite que el plano con el que concluye el film (una puerta que se cierra dejando que la protagonista vuelva a su intimidad) confiere al espectador un rol de voyeur. “Pero yo creo que ante la violencia doméstica hay que ser voyeur, no se puede cerrar los ojos ni mirar para otro lado amparándose en lo incómodo que resulta indagar en la vida privada de los demás”. Por otra parte el realizador confiesa que en el tratamiento de la historia quiso huir de los clichés que habitualmente acompañan la representación de este tipo de conflictos en el llamado cine social: “Era importante no quedarme en lo anecdótico, en la urgencia de denunciar una determinada problemática. Por eso me impuse la exigencia de hacer cine, de infundir al relato un tono épico jugando con elementos del suspense o del terror”.
A pesar del éxito alcanzado con esta, su primera película, el director francés comenta que “no quiero relajarme y mucho menos dejarme condicionar por los premios que me han dado”.
JAIME IGLESIAS