"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Sabíamos que Ricardo Darín quería a Donostia; ahora confirmamos que Donostia quiere a Darín. Ya lo intuíamos, pero el galardón que el actor recibe en el Festival viene a ser el acta notarial (y glamurosa) de esa relación.
Dice el artista argentino que el Donostia es uno de los premios más importantes de su carrera, y que lleva meses dando vueltas a cómo agradecer el galardón. ¿Será desde ‘el secreto de sus ojos’ o como un ‘relato salvaje’? Tenemos al menos la certeza de que al final nos guiará por ‘la cordillera’, su nueva película.
No nos pongamos cursis y vayamos a la esencia. Ricardo Darín es uno de los grandes del cine argentino, primero, y del cine español, después. En realidad es uno de los grandes del cine, sin adjetivos. Ha sido galán y vagabundo, oficial y caballero, malo de los peores y bueno de los beatíficos. En pantalla siempre resulta creíble, aunque haga de extraterrestre, y establece con el espectador una de esas extrañas conexiones que solo logran los artistas tocados por el don de llegar al público.
Es el primer actor latinoamericano en recibir el Donostia. Su ‘glamour’ reside en su talento. El hijo de la novia (2001), Luna de Avellaneda (2004), El secreto de sus ojos, la recordada trilogía con Campanella (2009), son ya clásicos. En Relatos salvajes (2014), de Damián Szifron, nos hizo reír y temblar. En Truman (2015), de Cesc Gay, emocionó. En La cordillera, de Santiago Mitre, que trae como regalo de agradecimiento por su Donostia, amenaza con hacernos pensar sobre el poder y sus circunstancias.
Darín es uno de los nuestros. También desde la complicada sensibilidad donostiarra: ha visitado el Festival tres veces y a ratos nos pareció un donostiarra a tiempo parcial. Muchos ciudadanos lo trataron en esas estancias, especialmente en 2012, cuando fue jurado de la Sección Oficial. El actor trazó su propio mapa personal de San Sebastián.
Ricardo Darín sabe bien en qué consiste subir al escenario del Kursaal para recibir un premio: ganó en 2015 el galardón al mejor actor, junto a su amigo y compañero Javier Cámara, por Truman. Ese septiembre el argentino paseó por San Sebastián con un perro, descendiente del que salía en el film. Tras la gala de los premios vivió un torbellino de felicitaciones que llegó hasta la fiesta de clausura, en el Palacio de Miramar.
Pero hubo un momento en que el actor se quedó solo, mirando a la bahía, como el personaje de sus películas. Otro invitado y yo nos acercamos a charlar y Darín nos habló de la doble y complicada condición de ser un artista premiado y famoso y, a la vez, del deseo de ser un tipo anónimo que en ese momento lo que más ansiaba era salir a pasear por la orilla bajo la luna. He recordado esta anécdota más veces porque es uno de esos instantes mágicos que ilumina sobre las dos caras de un actor.
¿Dos caras? No, muchas más. Darín viene a San Sebastián desde Madrid, donde representa en los Teatros del Canal “Escenas de la vida conyugal”. También el amor entre Darín y este Festival parece terminar en ‘pareja de hecho’: Lo que el Donostia ha unido, que no lo separe nadie.
Por MITXEL EZQUIAGA