"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
En la jerga cinematográfica se conoce como shockumentary a aquella película documental en la que la representación del mundo real se lleva a cabo sirviéndose de estrategias propias del cine de ficción con el objetivo de captar al espectador mediante temáticas escabrosas o sensacionalistas. El estado de aturdimiento que podía percibirse ayer entre buena parte de los asistentes a la proyección de Ni juge, ni soumise bien podría llevarnos a catalogar a este documental belga como shockumentary si no fuera por un pequeño detalle: En su realización no hay concesión alguna a la ficción, más bien todo lo contrario. “Yo empecé mi carrera como reportero –explicó Jean Libon, uno de los dos directores de la película– y haciendo piezas informativas para la televisión me di cuenta de que renunciar deliberadamente al sonido directo y a la imagen en bruto lo que hacía era alejarnos de la realidad. Fue la necesidad de recuperar eso lo que nos llevó a embarcarnos en la serie ‘Strip-Tease’ en 1985”. Ese programa, emitido a lo largo de tres décadas, fue el germen de Ni juge, ni soumise, película que narra el día a día de Anne Gruwez, una jueza de instrucción que aparece ante la cámara interpretándose a sí misma mientras despacha con sus clientes y con su equipo de colaboradores: “La película la rodamos durante tres años, teníamos unas 200 horas de material filmado, todo en toma única. Luego, a la hora de montarlo renunciamos a incluir música o diálogos adicionales, que era lo que hacíamos en la serie. En esta película hay tan poca ficción que entiendo que parece irreal”, comentó Yves Hinant, el otro director , quien asimismo manifestó: “Con todo, creo que hemos hecho una película amable. La realidad es bastante más dura de lo que reflejamos en el film”.
JUEZA ESTRELLA
Cuando algún periodista comentó a los realizadores que la sensación de desconcierto que genera su película no se debe tanto a su manera de acercarse a la realidad como al resuelto carácter de Anne Gruwez, la jueza protagonista, más propio de un personaje de ficción que de alguien real, la magistrada agradeció el comentario afirmando: “Me halaga que me consideren un personaje de ficción ya que eso me garantiza la inmortalidad”. Ya más seria, la jueza Gruwez habló sobre lo interesante que le resulta percibir la respuesta que genera el film en los espectadores: “La reacción del público me hace abrir los ojos porque una asume que todo el mundo está al corriente de la existencia de esa realidad difícil, dura, desagradable con la que lidiamos los jueces. Después ves que no es así, que cada quien habita en su propia realidad”.
Los directores se reconocieron cautivados por la personalidad de Anne Gruwez: “La conocimos grabando un capítulo de la serie de televisión sobre una investigación policial. Ella ocupaba un lugar secundario en la historia, pero su personalidad resultaba tan arrolladora que acabó por tener un papel más relevante”. En Ni juge, ni soumise, interactuando con la magistrada aparecen multitud de encausados que, más allá de sus orígenes étnicos, tienen en común, según el productor del film, Bertrand Faivre, “sus orígenes sociales, pues se trata de gente pobre, excluida, de pocos recursos que no pueden permitirse ni siquiera un buen abogado que los defienda”. A la hora de conseguir su permiso para ser filmados, los responsables de la película aseguraron que casi todos accedieron y que “el hecho de estar metidos de lleno en una situación de urgencia hizo que la cámara fuera un elemento que pasase desapercibido”.
JAIME IGLESIAS