Charmøren / The Charmer fue la película seleccionada para inaugurar ayer Nuev@s Director@s. Una historia sobre un joven iraní en riesgo de ser deportado, que busca de manera desesperada la forma de quedarse en Dinamarca. Milad Alami nos explicaba que estrenar en San Sebastián le hace sentirse muy orgulloso, contento y al mismo tiempo nervioso porque tras años escondiendo su tesoro, pasa a ser compartido con muchísima gente: “Tengo mucha curiosidad por ver cómo reacciona el público aquí. Es una sensación muy extraña, porque hasta ahora todas las opiniones sobre la película eran mías y tengo ganas de ver las primera reacciones”.
El proyecto arrancó hace más de tres años, con el desarrollo del guión junto a Ingeborg Topsøe. Milad recuerda que fue “un proceso de escritura orgánico, quizá porque desde el principio ya teníamos muy clara la idea principal”. Para Milad es esencial poder jugar con temáticas que puedan ser provocativas, o políticas, pero haciéndolo siempre desde un enfoque más humano que permita la construcción de personajes complejos, para conducir la trama a escenarios inesperados y sobrepasar los límites de lo que la historia puede ofrecer: “Nos interesaba, sobre todo, indagar en quién es él como persona y no centrarnos en el contexto político que rodea al personaje, por qué ha creado esa vida para sí mismo, o por qué permite esa historia entre él y Sara”. Un enfoque formal que utiliza para romper las barreras y sorprender a sus espectadores, provocando que la gente pueda sentir cosas que no imaginaban.
El origen iraní del director, que creció en Suecia y ahora reside en Dinamarca, ha influido en la construcción de los personajes principales. Una identidad multicultural, que ha querido volcar en su película: “Era mportante que Esmail, el personaje principal, fuera un iraní, nacido y criado allí, que llevase la cultura iraní en su ADN, porque quienes crecenlejos de su país de origen tienden a idealizar con el tiempo sus recuerdos, creando una imagen más romántica. Cuando Esmail conoce a Sara, ella tiene una idea de Irán totalmente distinta; su vida ha sido radicalmente diferente, pero comparten un mismo idioma, algo que me resultaba muy interesante para el relato”.
Conforme avanza la película, se agota el tiempo para Esmail, quien ha creado una realidad insostenible para sí mismo. Un personaje hermético durante toda la trama, que no revela pistas sobre sus ambiciones o su proyecto. Milad espera que los espectadores sean capaces de empatizar con el personaje. “Cuando lo único que tienes para ofrecer es tu propio cuerpo, las consecuencias pueden conducir a lugares muy oscuros y destructivos. Esmail debe entender que la vida que intenta fabricarse nunca encajará con él. En ese momento tendrá que ser totalmente honesto consigo mismo”.
Milad es un joven director que lleva años allanando el camino para dar el salto al largometraje. Su trabajo de fin de carrera, Nothing Can Touch Me (2011), visitó más de 40 festivales internacionales y cosechó 10 premios; y Mommy (2015) ganó el Premio al Mejor Cortometraje de la Academia Danesa. “Teniendo en cuenta que ya había rodado cortos antes, pensaba que tomar el mando para pasar de historias de 20 minutos a un relato de 100, sería mucho más duro. Sin embargo, al empezar el rodaje me sentía preparado. Lo más difícil fue la parte física de trabajar 6 semanas sin tregua, sin dormir lo suficiente. Todo estaba minuciosamente medido. Funcionar a la perfección durante tanto tiempo es agotador. Eso sí fue todo un reto, y no fue hasta después de terminar que empezaron a llegar ciertos vértigos y nervios pensando en que tenía un largometraje de 1:43 min en mis manos”.
En lo referente al apoyo institucional a las cinematografías emergentes, este joven cineasta mantiene una visión muy positiva sobre el contexto actual en el que “las oportunidades existen, luego todo depende de cómo quieras realmente hacer tu película. Están apareciendo películas muy interesantes en Escandinavia y el norte de Europa, obras entusiastas en las que los directores o realizadores han encontrado maneras alternativas de filmar, de hacerlo con bajo presupuesto, asumiendo a veces ciertos riesgos para llevar a cabo sus proyectos, y creo que es de ahí de donde empieza a salir la nueva generación de cine”.
AMAIUR ARMESTO