"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Pero nos acercaremos. Nos detendremos. Y nos asomaremos a los abismos corrosivos de esta obra fascinante, malévola, compleja, provocativa, plagada de gloriosas, fastuosas, increíbles incorrecciones políticas, sociales, cinematográficas. Y de género, por supuesto. Ciertas criaturas que han olvidado el placer sordo y lúbrico de nuestras perversiones y deseos se van a poner francamente nerviosas en muchos de los momentos de este malvadísimo filme al que Saïd Ben Saïd, uno de sus productores, encuentra aromas lejanos de la Belle de Jour de Buñuel. Y los encuentra ahí donde Verhoeven sueña más, son declaraciones suyas, con la cámara de La regla del juego de Renoir, aquella cámara que se volvía sobre sí misma para poder seguir a los personajes mientras se movían. Y al fondo, muy al fondo de la banda sonora de esta película diabólica, sarcástica, amoral, gloriosamente sociópata se escucha, de pronto, durante la cena de Navidad, el mismo concierto para piano de Rachmaninov que se oye varias veces en el Breve encuentro de David Lean. Y Rachmaninov, tan cálido, hace eco en uno de los momentos en los que la Huppert se sobra en su papel de criatura de gélida alma: esa escena tan chabroliana pero también a lo banquete nupcial de la Melancolía de Von Trier. Ahí, ella aplasta a su madre como a un insecto molesto. Por lo demás, a lo largo de esos 130 minutos divinamente fastuosos, la música que va , también ella, corroyendo nuestro tuétano no es solo la “Pastoral” de Beethoven sino la creada para la ocasión por Anne Dudley, no precisamente una recién llegada: suyas son las bandas sonoras de Juego de lágrimas y Full Monty.
Elle es explosiva. Va de frente. No toma atajos pero mantiene el misterio de sus caminos. Su cámara luce impresionista, elegante, puntillosa. La criatura principal es esa Huppert elevada al cubo de su(s) poder(es) apoyada en un guión irónico que proviene de otra malvada maravilla, la novela ‘Oh’ de Philippe Djian, apoteosis de libertad desencadenada.
BEGOÑA DEL TESO