La presencia de Hirokazu Kore-eda como parte del paisaje humano del Zinemaldia se antoja una certeza que muy pocos donostiarras se atreven a discutir. Es más, cada vez que el cineasta japonés acude con una nueva película, su presencia es celebrada como el retorno del hijo pródigo. Cuatro veces seleccionado para competir por la Concha de Oro y dos veces ganador del Premio del Público (en 2013 con De tal padre, tal hijo y, el año pasado, con Nuestra hermana pequeña), el cineasta japonés presenta este año en Perlas After the Storm sin saber aun a ciencia cierta las razones de su éxito entre la audiencia donostiarra: “Mi primera película ya fue seleccionada para un festival internacional y viendo la respuesta del público me prometí trabajar en un tipo de narraciones de alcance universal pensando en llegar a un público heterogéneo. Sin embargo cuando rodé Still Wlaking, película que hice a raíz de la muerte de mi madre, pensé que había roto esa tendencia con una obra íntimamente conectada con la sensibilidad japonesa. Me acuerdo de haber venido a San Sebastián sin expectativas de que fuera comprendida aquí y, de repente, me encontré con una legión de periodistas que, para mi sorpresa, me decían: ‘¿Sabes qué? La madre que aparece en la película es exactamente igual que la mía’. Así que llegué a la conclusión de que por mucho que hagas una obra personal, si la ruedas siendo sincero contigo mismo, al final acabas por llegar a todo el mundo, más allá de las diferencias culturales”.
After the Storm también es una película muy personal hasta el punto de estar rodada en el edificio de apartamentos en el que el director pasó su juventud en compañía de sus padres. En esta ocasión, Kore-eda narra la historia de un escritor divorciado que, tras haber logrado un éxito moderado con su primera novela, vive una etapa de bloqueo creativo que le hace tener que sobrevivir trabajando como detective mientras intenta recuperar el afecto de su hijo. En esa aventura emocional que vive el protagonista también está muy presente la memoria de su padre fallecido con quien todos, a su pesar, le comparan. De este modo, el gran tema del legado, de las renuncias y los vínculos afectivos, vuelve a emerger en el universo Kore-eda: “Mi padre murió hace diez años y aunque en los últimos tiempos no teníamos una relación muy buena, me descubrí pensando mucho en él a raíz del nacimiento de mi primer hijo que aconteció un año después de su fallecimiento. A veces pienso que hago mis películas intentado un acercamiento a su memoria, no buscando su perdón sino intentado comprenderlo”.