"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
¿Qué podría aportarnos en el actual contexto histórico un nuevo visionado del documental que tanta polémica suscitó hace trece años? Cualquiera que se asome de nuevo –o por primera vez– al contenido del afamado documental de Julio Medem, podrá apreciar lo mucho que ha cambiado la sociedad vasca en apenas una década, y lo inamovible de algunas posturas a pesar de esos cambios. En vísperas de la celebración de elecciones vascas, con un Arnaldo Otegi en libertad, y sin ETA presente en los noticiarios, su visionado puede constituir un singular y emocionante viaje por nuestro pasado más inmediato, que a ratos bien podría parecernos prehistoria.
Julio Medem sorprendió en aquel entonces con un giro sustancial en su carrera creando el que probablemente sea el documental español más controvertido. Basta recordar que su proyección en el Zinemaldia del 2003 sufrió un intento de boicot, de censura previa a su visionado, tachado de parcial y tendencioso por parte de quienes paradójicamente declinaron la invitación a participar en la película. Aquel año el Partido Popular fue el único que no quiso aparecer en el primer documental que trataba de recoger todos los puntos de vista del conflicto y la plural sociedad vasca.
La pelota vasca era un proyecto tremendamente ambicioso y valiente, cuando ETA aún permanecía activa y las diferentes posturas se encontraban duramente confrontadas. Pero Medem consiguió lo que parecía imposible, reunir múltiples voces y sensibilidades, tanto del mundo de la política y la cultura, junto a víctimas del GAL o familiares de presos de ETA.
La polémica se desató incluso antes de su estreno, saltando a las páginas de política de los diarios, siendo utilizado como arma arrojadiza, malogrando el objetivo que perseguía su autor: crear un punto de encuentro para provocar el diálogo. Superado por los duros ataques personales, el propio Medem reconoció que quizá había pecado de ingenuo. Pero es justo reconocer que su trabajo no fue en vano, tanto por el debate que suscitó en todos los ámbitos de la sociedad, como por el valor histórico del poliédrico retrato de un pueblo que aún vivía inmerso en un conflicto enquistado.
Con un frenético e inusual montaje, Medem oxigenó el vasto caudal de declaraciones con impresionantes y emotivas imágenes acompañadas de la música de Mikel Laboa. El documental mantiene hoy toda su vigencia, como archivo histórico y artístico, componiendo una compleja polifonía en favor de la libertad de expresión.
ANGEL ALDARONDO