"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El pasado mes de mayo Ken Loach se unió al selecto grupo de cineastas que han sido galardonados con dos Palmas de Oro en el Festival de Cannes. Diez años después de El viento que agita la cebada, Yo Daniel Blake volvió a situar en el candelero a un cineasta que “pese a tener 80 años mantiene intacta su curiosidad y su lucidez para interpretar el mundo que le rodea”, según su guionista Paul Laverty, que estuvo esta semana en el Zinemaldia promocionando la película. Laverty lleva colaborando con Loach dos décadas: “Nuestro método de trabajo es poco convencional en el sentido de que tiene más que ver con la amistad que con las obligaciones laborales. Nos enviamos mails, comentamos noticias de actualidad que nos llaman la atención y sobre esa base van surgiendo las historias que inspiran nuestras películas”.
Yo Daniel Blake cuenta las kafkianas desventuras de un carpintero de Newcastle para acceder a un subsidio que le acredite como incapacitado laboralmente después de haber sufrido un infarto. Los médicos le declaran no apto para el trabajo mientras que la administración le obliga a una búsqueda activa de empleo para acceder a cualquier ayuda pública. “Ya no se trata del desmantelamiento del Estado del bienestar –apunta Laverty– sino de la estigmatización de la clase trabajadora. Esos rumores infundados de que hay un 25% de incapacitados que cobran fraudulentamente sus ayudas, cuando las estadísticas oficiales apenas apuntan al 1%, no son inocentes”.
Ese estigma se traslada a cineastas que, como Ken Loach, concentran sus energías creativas en la denuncia de estas situaciones. “Las películas que hacemos juntos han recibido a menudo el calificativo de doctrinarias cuando no la etiqueta de ‘cine social’, un sambenito que parece condenarte a la clandestinidad o a las Filmotecas, que busca, en definitiva, restar visibilidad a tu obra. Parece que sea aceptable hacer una película sobre espías o agentes secretos pero no sobre un carpintero en paro. Afortunadamente, en ocasiones, la suerte te sonríe y un premio como el de Cannes te asegura la repercusión que otros te niegan”.
Para Laverty la solución, a corto plazo, de las derivas que ha traído consigo la crisis, cabe hallarla en pequeños gestos solidarios como el de aquellos que han montado organizaciones ciudadanas para atender a personas en situación de exclusión: “Lo que ocurre es que son los gobiernos los que deberían hacerse cargo de esas personas y no la caridad. Estamos volviendo a tiempos victorianos”, asegura el guionista.
JAIME IGLESIAS