"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El argentino Moroco Colman presentó su cortometraje Fin de semana en el Zinemaldia de 2010. Este año vuelve a San Sebastián con su primer largo, que comparte título con el corto, así como un interés particular por la psicología femenina a través del encuentro entre dos mujeres tras un largo tiempo distanciadas, aunque cuentan historias diferentes. Mientras en el primero sabemos que se trata de una madre y una hija, en la película que presenta ahora en la sección Nuev@s Director@s, esa relación queda mucho más ambigua. “No me gusta el cine que te da todo mascado. Prefiero no decirlo todo: mantener al espectador atento con información que no le proporcionas, porque eso es una herramienta narrativa muy potente”, indica Colman.
Fin de semana es una película que habla de la reconstrucción de los vínculos rotos, y lo hace mostrando una especial preocupación por las formas fílmicas. La cinta emplea tres formatos diferentes, que dividen a su vez la narración en tres bloques. Cada parte emplea distintos directores de fotografía, colorido, montajes, música... “Son como tres películas diferentes, aunque se van sucediendo de forma sutil, progresivamente con la propia evolución de la historia”, dice. La idea es que cada parte se ajuste a la progresión de los estados de ánimo internos de los personajes.
“Me interesa especialmente cómo se integran forma y contenido. Lo que se cuenta en una película es, por supuesto, importante, pero el cine es algo más. Los contenidos deben asimilarse dentro de un discurso formal. Por eso me preocupo mucho por la técnica, por las geometrías, por las formas”, explica el director argentino, que es arquitecto de formación, lo cual reconoce que influye decisivamente en su cine.
Colman considera que asumir riesgos es algo muy valioso a la hora de hacer cine, y su película lo demuestra. Es una propuesta intensa, asfixiante por momentos, que opta por los citados cambios de formato, y por no escatimar explicitud si resulta conveniente, como ocurre con las escenas sexuales. En relación a la inclusión en pantalla de escenas con sexo explícito, Colman lo tiene claro: “El sexo se muestra en el cine a menudo de forma demasiado puritana, y no resulta creíble. Pero es algo natural, yo creo que hay que mostrarlo tal y como es. Esta película demandaba esa explicitud porque da pistas sobre los personajes”.
En su opinión, el cine latinoamericano recurre demasiado a problemáticas sociales, o a retratos de su historia política, porque en buena medida es lo que se espera de él y lo que se exporta. Pero no es el cine que a él le interesa. “Yo quiero huir de eso”, subraya. Y es que, sobre todo, Moroco Colman es un cineasta que no quiere transitar por caminos trillados.
GONZALO GARCÍA CHASCO