"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Nacida en Moscú en 1970, siendo una niña Nadia Turincev se trasladó con su familia a Francia, donde reside desde entonces. Aunque estudió Antropología Cultural, toda su vida laboral se ha desarrollado en el campo cinematográfi co, donde desempeñó diferentes funciones hasta crear la productora Rouge International junto a la actriz Julie Gayet. En la larga lista de películas realizadas desde entonces fi guran títulos como Bonsái (2011), La voz en off (que participó en la Sección Ofi cial el año pasado), ambas de Cristian Jiménez, o Mimosas, de Oliver Laxe, que ha ganado este año el Premio de la Crítica en Cannes.
Dice su biografía que comenzó a ver películas con 12 años, cuando se enamoró del director Andrei Konchalovsky.
Así es. Konchalovsky era amigo de mi madre desde la adolescencia. Era un hombre muy atractivo y a mí me gustaba mucho. Él me recomendaba las películas que consideraba imprescindibles, como las de Kurosawa, y yo iba a verlas religiosamente. Después hablábamos mucho sobre cine. Así empecé.
Con 16 años trabajó en el rodaje de Ojos negros, de Nikita Mikhalkov. ¿Qué recuerdos tiene de aquella experiencia?
Nikita, hermano de Konchalovsky, también era amigo de la familia y pude echar una mano en el rodaje haciendo bocadillos para Marcello Mastroianni. Lo recuerdo como una fi esta. Un rodaje es muy cansado, son muchas horas y muchísimo trabajo, pero conlleva mucha alegría, porque el hecho de sentirse parte de un equipo que lucha por sacar algo adelante es muy placentero.
Con los años, después de trabajar en varios sectores del cine, se hizo productora.
Sí, hacía mucho tiempo que sabía que mi camino era la producción. No iba a ser directora porque no tengo esa necesidad de compartir mi visión del mundo con el prójimo. Elegí la producción porque es el proceso más completo. Me gustan los inicios, cuando hay que trabajar con los autores desarrollando el guion, pues yo tengo la capacidad de mirar cada versión con los ojos vírgenes, dejando fuera todas las ideas preconcebidas. Luego hay que buscar a los actores adecuados, convencer a mucha gente de que se sume al proyecto, elaborar los presupuestos, el rodaje… Lo que más me gusta de este ofi cio es que se trabaja en equipo.
Dice que su lema es “La universalidad es echar abajo las paredes de la cocina”.
Yo no creo en eso que se llama “el otro”. Para mí, es “el prójimo”. Que no quiere decir que todos seamos iguales, sino que en esencia todos somos capaces de conectar con el otro, porque somos seres humanos. Hay que abrir la mente por encima de las diferencias culturales.
¿Qué tal la experiencia como jurado?
Es como un concentrado de las razones por las que me gusta el cine: ver películas en compañía y hablar sobre ellas. Articular los pensamientos con el resto del jurado hasta llegar a un consenso es una labor muy interesante. Me gustan las películas que me conmueven sin que entienda cómo lo hacen, ese misterio es lo que me atrae. Las que por su forma o por su fondo me hacen aprender algo. Espero que haya mucha discusión, porque me parece algo lindo.
KAROLINA ALMAGIA