"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El cineasta chileno Fernando Guzzoni, que presentó en 2012 la desasosegante Carne de perro, volvió a impactar ayer con Jesús, una descarnada historia de jóvenes perdidos en un laberinto de drogas, sexo y violencia.
El origen de este proyecto está en un suceso real acontecido en Santiago de Chile, la muerte violenta de un chico a manos de otros de su misma edad en un parque. “Se especuló con que el joven era homosexual y a partir de ahí se calificó a los detenidos de neonazis. La prensa hizo automáticamente su lectura y presentó todo como una historia de buenos y malos. Pero yo me puse a investigar, hablé con gente muy cercana a la víctima y a los victimarios y comprendí que la historia oficial no tenía nada que ver con la realidad. Uno y otros jóvenes se conocían, compartían ambiente y hábitos y todos tenían en común la ausencia de la figura paterna”.
En el filme, la cámara sigue muy de cerca a un adolescente de clase media, cuyo padre pasa temporadas enteras lejos de una casa en la que no existe la figura materna. “El objeto de la película es hablar de la relación paterno-filial, que no tiene por qué ser afectiva forzosamente. En este caso, cuando se desata la crisis, ambos tienen que enfrentar lo que les une. El amor del padre no es incondicional, termina allá donde entran en conflicto con sus intereses”.
Mientras el actor Alejandro Goic encarna al padre, los personajes de los adolescentes están interpretados por actores no profesionales, incluido el protagonista, Nicolás Durán.
Filmado con planos cercanos que dan un ambiente asfixiante, el espectador sigue al joven en la discoteca, encontrándose con los amigos, drogándose, bebiendo y practicando sexo en los espacios públicos indistintamente con hombres o mujeres. Tanto las escenas de sexo como las de violencia son totalmente explícitas. “Creo que están al servicio del relato –señaló el director–. Cuando investigué sobre estos chicos, vi que su relación con el cuerpo del otro está fuera de etiquetas. No son homosexuales o lesbianas o heterosexuales, para ellos no existe ese encasillamiento. En cuanto a mostrar el sexo, lo hago porque no creo que lo genital sea malo ni pecaminoso”. Para el actor Alejandro Goic, estos jóvenes “viven en una soledad absoluta y el sexo es una manera desesperada de paliarlo”.
Otro factor que define a esta generación, según el director, es que “sienten una desidia, un nihilismo, una desideologización, no tienen un motivo claro contra el que luchar.
Y se sienten excluidos por el sistema neoliberal de Chile. A esto hay que añadir que hay una suerte de banalización de la violencia gracias a internet y a la industria del entretenimiento”.
KAROLINA ALMAGIA