"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
En noviembre de 2013, apenas unas horas después de que el gobierno de Ucrania suspendiera el diálogo entre su administración y la Unión Europea y con ello cualquier acuerdo de asociación y libre comercio, una parte de la ciudadanía de Kiev se congregó espontáneamente en la Plaza de la Independencia de la ciudad para exigir la deposición del presidente Víktor Yanukóvich, a la sazón aliado estratégico de Vladímir Putin.
Pese al crédito que otorgamos al cine documental, se sabe que la verdad de las cosas se encuentra con más frecuencia en el de ficción. Tal vez por ello el bielorruso Sergei Loznitsa se ha lanzado a practicarla en los últimos tiempos con sus largometrajes My Joy (2010) y En la niebla (2012), si bien sigue siendo cuando se aleja del drama y persevera en piezas arduas y fascinantes como Settlement (2001) o Landscape (2003), donde mejor define su mirada. La ética cinematográfica de Loznitsa, matemático de formación, se funda en la antiespectacularidad, algo de lo que Maidan (2014) vuelve a ser ejemplo. Su cámara persevera aquí en una conducta cartujana, no interviene ni rastrea la sustancia, tampoco embellece y por momentos se diría que ni siquiera compone. Tan solo se hace sitio entre el ruido, permanece plantada (salvo en un episodio en que se verá afectada por las fuerzas antidisturbios) y se limita a registrar cuadros estáticos pero nunca pasivos, pues incluso cuando no pasa nada en ellos, ella sabe que todo está sucediendo.
Maidan no deja de ser una película y como tal es representación, un texto imparcial de alguien que ha escogido un punto de vista, el del entomólogo tratando de comprender el sistema, su crisis. Pero Maidan no es únicamente registro y testimonio, es también resistencia y es por ello por lo que no se detiene en los individuos, porque lo que está escuchando es la cohesión, la dignidad común frente a la horda criminal. El único asidero emocional que ofrece esta película es el calor de la multitud pasando frío. No es poco.
Entre ninguneo y conatos de desalojo, las protestas de Kiev duraron más de dos meses en que los disturbios fueron incrementándose. En febrero de 2014 la policía incorporó munición real a sus métodos de persuasión y sus intervenciones se saldaron con varias decenas de muertos que iban a decretar el arco narrativo de Maidan, un documental que nos devuelve la capacidad de atención y nos da tiempo y lugar, una plaza, para pensar detenidamente la revolución, su fracaso constante y por eso mismo su urgencia en todo momento.
RUBÉN LARDÍN