Hace tres años, Stockholm, una pequeña producción cofinanciada en régimen de crowdfunding y presentada en el festival de Málaga (de donde salió con los galardones a la mejor actriz y al mejor director) dio la sorpresa en la temporada española de premios e impulsó el nombre de su realizador, Rodrigo Sorogoyen, a quien, de la noche a la mañana, comenzaron a llegarle mensajes de productores interesados en conocer si tenía algún nuevo proyecto en mente: “Después de una película tan pequeña como Stockholm, enfrentarte a un proyecto de la magnitud de Que dios nos perdone genera un poco de presión, la verdad. Pero al mismo tiempo resulta liberador tener a un equipo de producción tan solvente detrás de ti y no tener que centrarte en nada que no sea el rodaje en sí, para el que además cuentas con un tiempo de preparación largo que luego hace que todo sea más sencillo”, reconoció Rodrigo Sorogoyen. Y ese respaldo se lo ofrecieron los productores Mercedes Gamero (de AtresMedia) y Gerardo Herrero (de Tornasol Films) que ayer acompañaron a Sorogoyen en la presentación de la película ante los medios: “Más allá de que me gustasen los trabajos anteriores de Rodrigo, lo que me animó a producir esta película es que era un thriller, un género que a mí siempre me ha gustado, sobre todo cuando, como en este caso, toca temas sociales”, confesó Herrero.
El buen momento que vive el cine policiaco en España (con obras como No habrá paz para los malvados o La isla mínima presentadas con éxito en anteriores ediciones del Zinemaldia), también ocupó parte de la rueda de prensa. Rodrigo Sorogoyen explicó que para él el género no es más que un soporte para narrar confl ictos humanos: “Nuestra intención, en todo momento, fue hacer un thriller de personajes. Es decir, queríamos que los dos policías protagonistas tuvieran un desarrollo más allá de la investigación que están llevando a cabo. Yo creo que la película lo que cuenta es un viaje hacia la comprensión, hacia el amor y hacia el perdón. Eso es lo que une a todos los protagonistas de esta historia”.
LA REALIDAD COMO INSPIRACIÓN
La acción de la película se sitúa en Madrid durante el verano de 2011, con la visita papal de Benedicto XVI y las manifestaciones derivadas del 15-M como telón de fondo. “De entrada, es interesante explorar las posibilidades que ofrece un escenario urbano tomado al asalto, durante unos pocos días, por un millón y pico de personas. Es un elemento que confi ere un punto caótico y diferenciador a la narración”, explicó el director del fi lme. Para Isabel Peña (coguionista de Que dios nos perdone), “lo apasionante fue comprobar cómo las diferentes piezas que componen la trama iban encajando en ese contexto”. En todo caso, tanto Sorogoyen como su coguionista quisieron dejar claro que su película no está inspirada en hechos reales como algún periodista apuntó obsesionado por encontrar paralelismos entre el criminal investigado por la pareja de policías que protagoniza el fi lme y José Antonio Rodríguez Vega, apodado ‘el mataviejas’, un famoso serial killer español de los años 80: “No hay tanta relación entre aquel caso y el que se narra en la película. No nos hemos basado en él ni en ningún otro de una manera directa”, dijo Isabel Peña.
Uno de los aspectos que más destacaron los periodistas presentes en la conferencia de prensa es la formidable química que hay en pantalla entre Antonio de la Torre y Roberto Álamo. Ambos son los encargados de interpretar al detective Velarde y al inspector Alfaro, respectivamente. El primero es un intuitivo policía pleno de inseguridades y torpezas en su vida persona l, lastrado por un tartamudeo pertinaz y una existencia llena de complejos; el segundo, un hombre violento cuyo sentido del honor le conduce a estallidos de furia en una profesión que parece dominada por la corrupción y la dejadez funcionarial. “La violencia en esta película y en estos personajes creo que es el resultado de lo aprendido y lo no aprendido”, subrayó Antonio de la Torre a la par que agradeció el trabajo de preparación que hizo para su interpretación al lado de un miembro de la Fundación Española de la Tartamudez. Roberto Álamo, por su parte, aseguró no haber sentido ningún miedo a la hora de encarnar un personaje tan complejo como el de Alfaro: “Cuando tengo miedo es cuando acepto un papel acuciado por la situación de mi cuenta corriente. Este no fue el caso: aquí había un guion que logró emocionarme hasta la lágrima. Fue un proyecto que viví excitado y lleno de morbo”. Rodrigo Sorogoyen, por su parte, valoró que “al ser dos actores que trabajan de manera muy distinta, el resultado de ponerlos a funcionar conjuntamente ha sido muy enriquecedor para la película”.
JAIME IGLESIAS