"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Reconocía Bertrand Tavernier en la gala de inauguración de este Zinemaldia su particular debilidad por el cine de Jacques Becker. También aquellos críticos de “Cahiers du cinéma” que luego serían los cineastas de la Nouvelle Vague, y que en su día no dejaron títere con cabeza, salvaron de la quema a este cineasta. No sólo eso: lo reivindicaron a conciencia. Y sin embargo, la mayor parte de su obra sigue siendo hoy en día muy poco conocida. Con un prestigio cimentado básicamente en dos de las grandes obras del cine francés como son París, bajos fondos (1952) y La evasión (1960), es justo sacar a la luz el grueso de su obra. Éste es el principal cometido de la retrospectiva que se le dedica desde el Zinemaldia, que viene acompañada de la publicación de la primera monografía dedicada al cineasta en España.
El libro fue presentado ayer por los encargados de su edición: Quim Casas, del Festival de Cine, y Ana Cristina Iriarte, de Filmoteca Española, en compañía del propio hijo del director francés, Jean Becker, también cineasta. El volumen ofrece la habitual visión colectiva de varios autores en torno a la obra y personalidad de “un clásico hipermoderno”, en palabras de Casas.
Formado nada menos que con Jean Renoir, con quien mantuvo una estrecha amistad, esa obra por descubrir no es muy amplia en número de películas, pero sí muy diversa en temas y géneros: cultivó la comedia, el melodrama, el cine negro, el de aventuras o, por supuesto, el carcelario, con ese hito del género que es La evasión. Y sin embargo, a pesar de esa diversidad, Becker mostró una patente voluntad de estilo y era capaz de transmitir una marcada personalidad en las imágenes de sus películas.
Una personalidad que emerge de un cine meticuloso, atento a los detalles, a los actos cotidianos de sus personajes y, sobre todo, a las personas que poblaban sus historias. “Fue un gran creador de personajes justos y auténticos”, afirma su hijo Jean. “Lo más relevante es que le gustaban las relaciones humanas, hablar con la gente, conocerla. Especialmente a la gente sencilla. Eso se trasladaba al trato que daba a sus personajes en las películas”, añadía. Esa premisa seguramente es una buena referencia para empezar a conocer a Jacques Becker.
GONZALO GARCÍA CHASCO