"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
“Botellas rotas bajo los pies de los niños / Cuerpos esparcidos por un callejón sin salida / Pero no haré caso cuando me llamen a la lucha / Me horroriza, me siento aterrado / Domingo, sangriento domingo” (“Sunday Bloody Sunday”, canción de U2).
Bloody Sunday (2002) supuso un rotundo debut para Paul Greengrass antes de triunfar con las secuelas de la saga de Jason Bourne y títulos como Capitán Phillips (2013). En su ópera prima, ganadora del Oso de Oro de Berlín y del gran premio de Sundance, el inglés relata con rabia, brío y urgencia lo acontecido en aquel 30 de enero de 1972 en el que el ejército británico asesinó en Derry a 14 civiles e hirió a otras tantas personas en una manifestación por los derechos civiles. Con un estilo cercano al documental empleado en ulteriores trabajos como United 93 (2006), el realizador firma el relato de la masacre con pulso de excelente cronista, pero sin renunciar al espectáculo cinematográfico.
Greengrass exhibe un hábil uso del montaje alterno para captar lo que sucede a ambos lados de la trinchera y lograr que la tensión se eleve en un vertiginoso ‘crescendo’. Una de las mayores virtudes de la cinta es su descarnado verismo, al que contribuyen la nerviosa cámara al hombro, el granulado de una fotografía excelente y una puesta en escena asfixiante que convierte el patio de butacas en un campo de batalla por el que sobrevuelan balas y piedras.
Sin asomo de maniqueísmo, la película muestra a los paracaidistas acribillando indiscriminadamente a ciudadanos desarmados y falsificando pruebas para justificar la matanza, pero también hay soldados que se cuestionan el criterio de sus mandos y se preguntan: “¿A qué disparamos?” En el bando opuesto también aflora el claroscuro, representado por los miembros del IRA que se mofan de la vía pacífica y por la fugaz aparición de un pistolero que emerge de entre los manifestantes para abrir fuego contra el Ejército en mitad de la confusión.
En la desolación final, cuando el domingo se ha desangrado y los cadáveres se amontonan en calles y pasillos, decenas de irlandeses aguardan su turno para empuñar las armas en busca de venganza. Mientras, el activista Ivan Cooper, encarnado por un inmenso James Nesbitt, advierte al gobierno británico: “Habéis dado al IRA la mayor victoria de su historia. Esta noche en esta ciudad hay jóvenes, chicos, ingresando en sus filas: cosecharéis una tempestad”. Vaya si lo hicieron: desde ese día el conflicto norirlandés se recrudeció hasta sobrepasar las tres mil víctimas en tres décadas.
JUAN G. ANDRÉS