"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Patrick Trefz no tiene miedo a dejar que su lente se detenga, a dejar sus escenas hundirse en la consciencia del espectador. En este momento que vivimos, con el permanente Insta-esto, snapea-aquello, la calma puede hacernos sentir ansiosos. Nuestra atención va a la deriva por un bosque cubierto por una lámina de lluvia en la que sopla el viento. Quietud. Nos embarcamos en un viaje desde los primeros minutos de Surfers´Blood, yendo de las esculturales líneas de una marejada a las antiguas tierras de los vascos, y pronto queda claro, como ocurre con los trabajos de Trefz, que esta película no quiere vender chancletas.
Surfer’s Blood es ciertamente un viaje. Un peregrinaje hacia los orígenes de algunas cosas: al comienzo del surf en Euskadi y a la resurección de antiguas habilidades marítimas; a un aventurero y su relación con una ola especial; a la vida de un héroe que ya no está. En este recorrido conocemos a personajes de mundos diversos que han tenido un impacto allí donde han vivido. De Patxi, que ha presenciado casi todo el siglo XX (con lo que esto implica en el País Vasco), es imposible sondear su mente de ingeniero, la que creó el molde que permitió fabricar tablas de surf a raíz de ver una por primera vez. Nadaba en el mar y conocía el poder del surf. Todavía hoy, en su taller, este hombre rebosa visión. De Orio al otro lado del mundo, a Santa Cruz, California, y a la brillante y apasionada vida de Shawn “Barney” Barron. Miles de olas, profunda innovación y ansia de crear. Y se fue. Las cenizas al mar, su último viaje acompañado por todo su pueblo.
Lo que permanece en Surfers´Blood es un mar inquietante. También hay olas extrordinarias, al fin y al cabo se trata de un filme de surf. En todo momento experimentamos la grandeza del océano y su fuerza. Es siempre un amigo, otro surfer, el que nos cuenta las virtudes de estos personajes únicos, nunca ellos mismos se ven forzados a hablar de sus propios logros. Sinceros y honestos son los testimonios que escuchamos. Un hombre joven, surfeando de espaldas una ola enorme y agresiva, se ha ido para mucho tiempo y solo vemos el rastro de su línea adentrándose en la cueva. La ola de delante oculta su movimiento dejando solo entrever la imposibilidad de continuar, la caída inevitable y el castigo que se acerca. Pero ese momento, en el que el surfista redirige su línea con aplomo, sigue. Él continúa mientras el mundo a su alrededor se desmorona. Y él sigue surfeando.
CHRISTIAN BEAMISH