"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El primer largometraje dirigido por la realizadora moldava Ana-Felicia Scutelnicu, presentado como proyecto de graduación, recupera los paisajes, personajes y el ambiente de su anterior trabajo, el aclamado mediometraje Panihida (2012), con el que obtuvo varios premios importantes y gracias al que ha podido fi nanciar este proyecto con el que opta al Premio Nuev@s Director@s.
Fascinada por la mirada y la profesionalidad de la joven debutante actriz principal de Panihida, Scutelnicu no solo volvió a ofrecerle el papel protagonista, sino que utilizó su verdadero nombre, Anişoara, como título para la nueva película. Y no es de extrañar, pues la joven, aunque haya dejado atrás la inocencia de la niñez, magnetiza con esos ojos claros y esa mirada triste, dulce y a la vez melancólica que penetra en el objetivo y fascina con su belleza.
Habiendo transcurrido tres años desde que rodara Panihida, Scutelnicu quiso aprovechar el momento especial que estaba viviendo la actriz Ana (Anişoara) Morari, y creó un guion a su medida: optó por filmar el paso de la niñez a la madurez de una chica de pueblo.
Como si de un estudio antropológico se tratara, volvió al mismo lugar, un precioso valle de la Moldavia profunda, y rodó su cotidianidad, un ambiente en el que las costumbres y tradiciones ancestrales siguen perteneciendo a la rutina de sus habitantes. Un lugar remoto prácticamente anclado en el tiempo.
Entre sus habitantes está Anişoara –ahí la parte fi ccionada– que vive con su anciano abuelo y su hermano pequeño. Es una chica tímida, solitaria y soñadora. Su vida parece tranquila, hasta que el despertar de nuevas sensaciones como el enamoramiento alterarán su día a día ante la incomprensión de los demás.
Está dividida en cuatro partes: tras un prólogo en el que un personaje mirando a cámara cuenta una vieja leyenda que sirve como metáfora de lo que Scutelnicu nos viene a mostrar después, la historia arranca en verano y termina en primavera. Doce meses serán definitivos para que la niña deje atrás su niñez, su inocencia y conformidad.
Aunque el tema principal resulte muy recurrente –podríamos citar una larga lista de películas en las que su personaje principal madura dejando atrás la infancia– esta coproducción moldavo-germana resulta original en cuanto al espacio y al tiempo en que está situada. Definitivamente, es un lugar en el que las personas viven ancladas en otra época, ajenas al resto del mundo. Ver la vida de esta comunidad es viajar en el tiempo.
A.M.