La construcción de arquetipos femeninos por parte del cine español a lo largo de las últimas décadas fue el tema de fondo sobre el que Diego Galán estructuró su exitoso documental Con la pata quebrada (2013). Tres años después, el que fuera director del Zinemaldia regresa a casa para presentar el complemento de aquella película: Manda huevos, una aproximación al universo masculino.
Según ha comentado, usted no tenía pensado hacer esta película y fue a sugerencia de un espectador cuando empezó a darle vueltas al proyecto.
Sí, fue durante una presentación de Con la pata quebrada en Francia cuando un señor me dijo ‘oiga ¿y por qué no hace una película similar sobre el universo masculino?’ Yo en ese momento pensé que aquello no tenía sentido ya que la liberación de la mujer es algo que históricamente ha respondido a unas necesidades objetivas que, a su vez, han dado lugar a un movimiento colectivo. En el caso del hombre no había nada de eso. Pero pensando un poco en ello, me di cuenta de que al fi nal, como pasaba con mi anterior película, hablar de los estereotipos masculinos en el cine español era una excusa para contar lo que ha sido el país a lo largo de las últimas décadas y cómo el cine ha refl ejado nuestra realidad social.
Sí porque, en ciertos momentos, más que una película sobre el varón español se antoja una suerte de radiografía sobre un país y una época ¿siempre tuvo claro este enfoque?
Un amigo mío me dice que más que la radiografía de un país, Manda huevos es una resonancia magnética en toda regla (risas). Pero sí, en el fondo lo que me interesaba era justamente eso porque creo que el cine tiene un gran componente de representación antropológica, mucho más de lo que parece, sobre todo el cine más popular que es aquél del que me he nutrido de manera preferente a la hora de estructurar esta película.
En la comedia española la imagen que se ha proyectado del hombre, dista de ser halagüeña.
Es cierto, siempre ha prevalecido una mirada humillante sobre el españolito medio. Basta con echar un vistazo a todo ese cine de los años 60, protagonizado por Landa o López Vázquez, para darse cuenta de que los protagonistas de aquellas películas eran hombres frustrados, pobres, feos y reprimidos, un estereotipo totalmente alejado del galán ensalzado en el cine español de los años 40 y 50.
¿Cree que un joven de hoy llega a reconocerse en esas imágenes?
El montador de Con la pata quebrada, Juan Barrero, que es un cineasta bastante joven, se mostraba perplejo ante ciertas escenas, como diciendo ¡pero éste no es mi país! (risas). Muchos jóvenes cuando se les habla de lo que era aquella España piensan que se les está hablando de Marte.
Quizá por eso, en lugar de usar un tono solemne o didáctico usted apuesta por una mirada distendida.
Es que hay ciertas realidades que no admiten otro enfoque posible que el de la ironía. En este sentido me ha venido muy bien la voz de Carmen Machi como hilo conductor de la película. Su retranca llena de matices la narración.
¿Cómo fue el proceso de selección de escenas?
Muy laborioso pero es una labor que me encanta, creo que de todos los trabajos que he hecho en mi vida es uno de los que más placer me ha procurado. Yo soy un coleccionista de películas españolas y el proceso de visionado lo hago en casa junto con el montador. Entonces elaboramos un borrador y a partir de ahí vamos definiendo la película. Lo más curioso es ir comprobando que muchas de las secuencias que tenías en mente incluir no acaban de ir con el tono de la película y que otras que no recordabas, sin embargo, encajan como un guante.