"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Algunos cineastas importantes parece que solo hayan realizado una o dos películas fundamentales. Si hablamos de Cooper & Schoedsack, los directores a los que el Festival consagró su retrospectiva clásica del año pasado, enseguida viene a la mente King Kong. Si lo hacemos de Ernst Lubitsch, todo se concentra en Ser y no ser. Si citamos a George Cukor será Historias de Filadelfia la única que parezca realmente determinante. Ojos sin rostro vampiriza el resto de la filmografía de Georges Franju. No ocurre con todos, por supuesto: cinco o seis filmes esenciales de Hitchcock, Chaplin, Fellini, Ford, Bergman, Fassbinder, Godard, Woody Allen o los hermanos Coen nos van a salir sin problemas.
Becker no es una excepción. ¿Hay vida antes y después de Casque d’Or (1952), la excepcional película sobre los orígenes del crimen organizado francés que entre nosotros se titula París, bajos fondos? Por supuesto. Para empezar, La evasión (1960), su obra póstuma y una de las más notables del cine denominado carcelario. Y otras más como Touchez pas au grisbi (1954), una hermosa película sobre gángsteres otoñales y desencantados; Goupi mains rouges (1943), una inmisericorde crónica negra y rural; Las aventuras de Arsenio Lupin (1957), evocación irónica de uno de los grandes iconos del serial, o Los amantes de Montparnasse (1958), melodrama sobre el creador (el pintor Modigliani), su obra y su momento.
La función primordial de cualquier retrospectiva, sea cinematográfica, pictórica, fotográfica o arquitectónica, no es solo realzar lo que ya ha sido realzado, sino dar a conocer lo que ha permanecido más oculto o ignorado, reivindicar lo que en su momento fue silenciado, poner en su sitio las cosas, descubrir, redescubrir, reencontrar. Becker necesita esa revisión parcialmente. No es un cineasta olvidado porque, entre otras cosas, fue uno de los más alabados por “Cahiers du cinéma” en su política de los autores. Pero algunas de sus películas, melodramas acerados, comedias inteligentes o intrigas sofisticadas, sí que necesitan volver a ponerse en el escaparate para dilucidar todo el talento de este cineasta que murió demasiado pronto (en 1960, a los 53 años), cuando aún tenía mucho por filmar.
Casque d’Or, La evasión, Touchez pas au grisbi… Películas espléndidas, pero también Falbalas (1945), Rendez-vous de juillet (1949), Rue de l’Estrapade (1953) y dos títulos difíciles de ver que el Festival ha recuperado, el filme colectivo del Frente Popular francés La Vie est à nous (1936) y el cortometraje satírico Le Commissaire est bon enfant, le gendarme est sans pitié (1935).
QUIM CASAS