"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Cómo comunicarse con el Otro? La alemana Maren Ade lleva haciéndose la misma pregunta en sus tres películas, las deslumbrantes The Forest and the Trees (2003) y Entre nosotros (2009), y ahora su ‘opus magnum’, Toni Erdmann. Es una pregunta sencilla aunque ambiciosa: es, en definitiva, el deseo oculto del cine, teniendo en cuenta que el “Otro” siempre es el espectador, el que la pantalla-autor desconoce. En Toni Erdmann el padre y la hija que se tratan como auténticos desconocidos han hallado, como la pareja de Entre nosotros, una manera de conectar, aunque sea a través de la humillación, la incomodidad, el patetismo, el culto al ridículo. Aprenden, en fin, a representarse a sí mismos en una especie de experimento situacionista que transforma la ‘performance’ de uno –el padre, con peluca y dientes postizos a lo mister Hyde– en la progresiva desnudez de la otra –la hija, en una memorable interpretación de “The Greatest Love It All”, de Whitney Houston–. En sus huesos, Toni Erdmann podría parecer una ‘feel-good movie’, en la que las excentricidades de un personaje hacen despertar de la anestesia emocional a su pareja de baile. La desmesurada brillantez de Maren Ade le da la vuelta a ese argumento, lo convierte precisamente en su opuesto. He aquí que el auténtico encuentro con el Otro –o, mejor dicho, la colisión fatal– sólo puede producirse cuando uno de los contrincantes lleva una máscara. Cuando las máscaras caen, el abismo se abre como la boca del lobo. No se trata de una crónica de un camino hacia la madurez emocional, porque lo que aprenden los personajes no les sirve tanto para crecer sino para comprender que nunca van a estar en sintonía con el mundo.
Suena a tragedia nihilista, pero no puede resultar más hilarante. En esta gimcana que pone contra las cuerdas los límites de la impostura en una sociedad hipócrita hay mucho de Los idiotas, aunque Maren Ade depura su duelo de titanes de todo cinismo. La película lo tiene todo para humillar a sus personajes, pero de esa humillación siempre surge la humanidad del gesto, la conmovedora levedad de una emoción irreprimible. La secuencia más divertida de la película, una singular fiesta de cumpleaños que pasará a los anales del ‘post-humor’, acaba con uno de los abrazos más conmovedores del cine reciente. Y es entonces cuando Maren Ade y su excelente pareja de actores demuestra que sí, que el cine ha cumplido su misión. El Otro, el espectador, siente el abrazo en sus propias carnes.
SERGI SÁNCHEZ