"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El año pasado, los realizadores búlgaros Kristina Grozeva y Petar Valchanov fueron galardonados con el premio Nuev@s Director@s por su trabajo en la película Urok / The Lesson. Esta edición, una amiga suya, Svetla Tsotsorkova, compite en la misma sección con el largometraje Thirst. “No es habitual ver trabajos búlgaros en este Festival. Que dos años seguidos haya una película de mi país en San Sebastián es como para estar de celebración”, explica Tsotsorkova. “Por eso, cambiaría ganar el premio por la posibilidad de que el año que viene otra producción búlgara esté aquí”.
Casualmente en 2015 la cinematografía búlgara celebra su centenario. Hace un siglo tuvo lugar la primera proyección pública de la comedia El búlgaro es galante, película pionera en dicho país. “La televisión se ha volcado con diferentes programas conmemorativos, están realizándose proyecciones en pequeños pueblos que nunca han tenido un cine y han dado unos fondos extras para nuevos proyectos cinematográficos”, informa la realizadora.
La película que presenta en el Festival ocurre en una de las regiones más áridas de Bulgaria. Cuenta la historia de dos familias que por sus oficios necesitan el agua para sobrevivir. Sin embargo, según transcurre el filme, la necesidad de amor y afecto de sus protagonistas termina imponiéndose a la del agua. “Rodamos en un pueblo que realmente tiene ese problema. Es muy bonito pero no recibe la visita de turistas porque en verano no hay agua. Durante cinco semanas trabajamos a más de cuarenta grados”, explica Tsotsorkova.
Trabajo con los actores
“Tuve claro desde el principio quiénes iban a ser los actores adultos. Para los adolescentes busqué entre más de 3.000 jóvenes”. Éstos no habían hecho ninguna película antes y la directora estuvo formándoles durante más de dos meses. “Para mí era crucial encontrar el equilibrio entre los actores profesionales y los amateurs. Mi trabajo era conseguir explotar sus dotes como actores”. La realizadora está muy contenta de que estos chicos le hayan acompañado al Festival. “La joven protagonista nunca había viajado en avión y está disfrutando mucho de la experiencia”.
La directora reconoce que en la realización del filme ha prestado especial atención al apartado visual. Ha trabajado codo a codo con el director de fotografía para conseguir reproducir los tonos y el estilo del pintor americano Andrew Wyeth, un artista al que admira. “Utiliza unos colores muy sutiles, muy de la tierra y reales. Sus obras tienen un punto de tristeza y melancolía que eran perfectos para la historia que quería contar”.
I.B.