"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El productor Hernán Musaluppi (Buenos Aires, 1971) es un viejo conocido del Festival. La primera vez que pisó Zinemaldia fue en 1999, con Silvia Prieto de Martín Rejtman. Desde entonces, ha repetido visita muchas veces, siempre con pequeñas grandes películas que han dejado huella: No sos vos, soy yo (2004), de Juan Taratuto; Gigante (2009) de Adrián Biniez; Amorosa Soledad (2008) de Martín Carranza y Victoria Galardi; Whisky (2004) de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll; Aire libre de Anahí Berneri, que compitió el año pasado en la Sección Oficial, y La obra del siglo (2015), de Carlos M. Quintela, incluida este año en Horizontes Latinos.
Musaluppi, que es también presidente de la CAIC (Cámara Argentina de la Industria Cinematográfica) ha visto una clara evolución en el certamen. “El Festival ha crecido mucho desde hace tres años con el Foro de Coproducción Europa-América Latina. Como productor, uno va a los festivales con la intención de unir lazos para financiar películas y realmente se nota que ahora viene mucha más industria”.
Sobre su labor de jurado, y una vez superada la parte más difícil, “que es contestarte a la pregunta de quién eres tú para evaluar nada”, señala que le interesan las propuestas “renovadoras, que tengan cierto riesgo pero que no dejen al público fuera, porque el cine a veces adolece de ser un poco autista. Las películas te las crees o no te las crees, y eso es lo importante. El cine tiene que ser verdadero”.
Pertenece Musaluppi a la generación del llamado Nuevo Cine Argentino, que empezó a trabajar a mediados de los 90 y, por tanto, ha vivido en primera persona el espectacular crecimiento de la cinematografía latinoamericana. “Horizontes Latinos tiene este año la selección más fuerte que yo vi, porque se han hecho muchas películas buenas y todas están aquí. Pablo Trapero acaba de ganar en Venecia y este fenómeno tiene mucho que ver con las políticas audiovisuales de Argentina, Brasil y México. Pero hay otros países que tienen falta de recursos y, aún así, están haciendo un cine muy interesante, porque las ideas no se resignan y obligan a generar otras formas de producción”. Sobre su país, dice que tiene “una ley de cine milagrosa”, pero precisamente por eso “las cosas deberían hacerse mucho mejor. No es un tema político, sino técnico. El Estado financia la actividad, pero no hay participación de otros actores”.
Entre las películas que ha sacado adelante, algunas le han dado alegrías en la taquilla, como ¿Quién dice que es fácil? (2007), de Juan Taratuto-“una locura en Argentina”- y otras grandes satisfacciones en los festivales y la distribución internacional, como Medianeras (2011), de Gustavo Taretto. “Para mí, el director y el guion son la clave de todo. Leemos 50-60 guiones por año y hacemos dos o tres películas. Y las seleccionamos según nuestro gusto, siempre que les encontremos viabilidad. A veces pienso si no debiera hacer películas más grandes, pero luego me doy cuenta de que es trabajar mucho más para acabar ganando lo mismo. Como productor, primero pienso en vivir de mi actividad. Somos una compañía sin socios capitalistas y cada película supone la continuidad de la empresa, así que a la hora de planificar una película me pongo en lo peor: calculo los costes para que, aún no yendo nadie al cine, gane algo de dinero. Hago películas de autor porque me gustan, pero también porque es el cine del que podemos vivir. Y la manera es generar proyectos que capten dinero en el exterior, que consigan distribución internacional”.
K.A.