"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Iglesia nueva frente a Iglesia vieja. Abusos sexuales. Aborto. Expiación de la culpa. Confesión. Penitencia. El Club, la película que ayer inauguró Horizontes Latinos presenta en toda su crudeza el lado más oscuro de la jerarquía católica chilena. Aunque su director Pablo Larraín insiste en que su trabajo es mucho más que un retrato de curas pederastas, se explicaba así en el coloquio que sucedió a la presentación en el Kursaal: “Fui educado católico y terminé haciendo una película así; en el colegio había sacerdotes muy buenos, otros que están procesados o presos y otros que se quedaron perdidos. Sobre ésos trata El Club”.
El sexto largometraje del realizador chileno –tras Fuga, Tony Manero Post Mortem, Prófugos y No– se estrenó en febrero en el Festival de Berlín y consiguió el Gran Premio del Jurado. También ayer fue ovacionada y, ante una sala abarrotada, Larraín recordó el caso real del que partió este proyecto: “Primero hicimos el monólogo teatral Acceso con el actor protagonista, Roberto Farías, y luego armamos la película añadiéndole la historia de una casa semejante y otros elementos más”.
Rodada en dos semanas, ninguno de los actores –amigos y profesionales con mucho oficio–conoció el guion completo mientras trabajaban, y también el final fue escrito posteriormente y elegido entre tres posibilidades. Ambientada en una casa aislada de un pequeño pueblo costero, El Club mantiene una atmósfera opresiva acentuada intencionadamente por el realizador: “Está filmada en gran angular para lograr que la lente esté bien cercana, para transmitir la proximidad de ese hálito y ese perfume barato que tenía el cura cuando de niños nos confesábamos”.
El Club se estrenó en Chile en el mes de mayo, y preguntado por las reacciones en su país, Larraín señaló que ”por supuesto que la Iglesia chilena no ha dicho nada, porque si dijera algo le daría más visibilidad al tema. A veces uno siente que la Iglesia le tiene más miedo a la prensa que al infierno”. En este sentido, recordó el reciente caso de Fernando Karadima, sacerdote condenado de por vida por abusos sexuales, y señaló a la jerarquía de su país que lo ocultó durante años. “Una película es siempre un acto político, afirmó, yo no puedo ignorar lo que pasa a mi alrededor y, si el cine no da cuenta de eso, no me interesa”.
P.Y.