"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Uberto Pasolini guarda un excelente recuerdo de su primera visita al Zinemaldia hace 18 años, cuando presentó como productor Full Monty (Peter Cattaneo, 1997). Aquel fue uno de los primeros pasos del recorrido que llevaría a la película a ser un gran éxito mundial. Las agradables charlas con el público son la experiencia más valiosa que guarda de aquella edición en un festival al que aprecia especialmente y al que volvería siempre que pudiera. “Aquí el público marca la diferencia. Es un público atento”.
Productor, pero también director y guionista, la carrera de Pasolini en el cine comprende un periodo de más de treinta años desde que comenzó como meritorio en The Killing Fields (Los gritos del silencio, 1983) de Roland Joffe. En 1993 fundó Redware Films y su bagaje como productor incluye, además de la exitosa Full Monty, títulos como Palookaville (1995) y The Emperor’s New Clothes (Mi Napoleón, 2001) de Alan Taylor, o Bel Ami (Bel Ami, historia de un seductor, 2012) de Declan Donnellan y Nick Ormerod, entre otras. También ha dado el paso a la dirección con dos películas escritas por él mismo: Marchan (2008) y Still Life (Nunca es demasiado tarde, 2013), la historia de un solitario empleado municipal encargado de encontrar a familiares de personas que acaban de morir, con la que ganó el premio Orizzonti al Mejor Director en el Festival de Venecia, entre muchos otros reconocimientos en festivales. Pero el productor italiano no se siente realmente un director.
“He dirigido dos películas porque me encontré con dos historias que me interesaban por su dimensión humana. Fui recabando información y empecé a escribir. Fue un proceso de descubrimiento y comprensión de situaciones. Al final, la faceta de guionista se mudó en la de director, porque si dejas el guion a otro realizador se interrumpe el proceso. A mí me interesa la experiencia del viaje, y un viaje solo resulta interesante si te transforma. Por eso, solo si encuentro algo que me hable y que necesite comprender volveré a dirigir”.
Haber experimentado tanto la faceta de productor como la de director le permite también a Pasolini valorar las películas desde distintas ópticas. Lo cierto es que se siente un juez algo más severo gracias al hecho de haber dirigido películas, porque se siente más consciente de lo que un realizador debe hacer y se fija más en los detalles técnicos, pero a la vez entiende mejor lo difícil que es conseguir transmitir emociones y comunicar lo que se desea: “El buen director es el que sabe comunicar”.
Pero aunque en San Sebastián le corresponda a él juzgar otras películas y evaluar también los aspectos técnicos y formales, Pasolini sigue entrando en una sala de cine como un espectador que busca la emoción. “En una película busco ese momento mágico de suspensión de la realidad”, apunta. “El cine puede ser comedia y ciencia ficción, puede ser un thriller o un western. Cine son por igual Bergman, Ozu y BillyWilder. Todo es cine, pero a mí me llaman la atención especialmente las historias que hablan de la gente común. La vida de todos los días es especial. Me interesa encontrar lo extraordinario en lo normal”. Estos criterios le sirven también a la hora de embarcarse en los proyectos que produce, y reconoce que a medida que cumple años se da cuenta de que cada vez le interesan más las cosas pequeñas.
Italiano afincado en Londres desde hace años, también ha trabajado en la producción en Estados Unidos, pero defiende especialmente el cine europeo. “No sé si existe una filosofía común en el cine europeo pero sí lo percibo más cerca de la gente verdadera que el cine norteamericano. Por eso debe ser sostenido por festivales como el de San Sebastián”.
Gonzalo García Chasco