Somos conscientes de la responsabilidad que supone estar representando en el Festival a todo nuestro curso”, dicen los codirectores de La madre del cordero, Rosario Espinosa y Enrique Farías. Estudiantes de la Universidaddel Desarrollo de Chile, su largometraje es el proyecto fin de carrera de su curso y en su realización han participado todos los alumnos de su clase.
Farías es el ideólogo de la historia que fue elegida conjuntamente por la clase y apoyada por una comisión de la Universidad. Igualmente, entre todos se decidió que Rosario Espinosa le acompañara en la dirección, “ya que nos conocemos desde chicos, mucho antes de entrar en la Universidad, y hay muy buen rollo entre nosotros”, cuentan. Nicolás González e Ignacio Mardones, también estudiantes, llevaron el peso del guion y el resto ayudó en labores de documentación, producción... “Es un privilegio llevar a cabo un proyecto con quince personas detrás apoyándote”, aseguran. Y si la parte técnica de la película está realizada íntegramente por estudiantes, en lo que se refiere a los actores no ocurre lo mismo. El largometraje cuenta con nombres importantes de la interpretación chilena como María Olga Matte, Shenda Román o Patricia Velasco, que se animaron a participar “tras muchas conversaciones de café”. Los dos directores reconocen que antes del rodaje tenían miedo. “Ellas con trayectorias increíbles, nosotros estudiantes, no sabíamos si nos iban a hacer caso. Estamos muy agradecidos de que actores tan importantes depositaran su confianza en nosotros y respetaran todo lo que les decíamos”.
Chile, un país de cine
El rodaje se realizó en un pequeño pueblo de Chile llamado San Francisco de Mostazal, “por una cuestión sentimental, mi padre es de allá, y porque reunía las condiciones precisas para desarrollar nuestra historia”, explica Farías. Todo el equipo se trasladó a esa localidad durante un mes y la decisión no pudo ser más acertada. “Nos ayudó a crear una atmósfera especial. Sus vecinos aportaron mucho a los actores y salieron cosas que no estaban en el guion. Se podría decir que el pueblo es un personaje más dentro de la película”, declara Espinosa. “La geografía de Chile es tan especial que ayuda a contar historias”, concluye Farías.
Con La madre del cordero son siete las películas chilenas que han participado en esta edición del Zinemaldia, todo un récord que demuestra la línea ascendente del país. “Después de la dictadura se crearon escuelas y nacieron nuevas generaciones de cineastas”, explica Farías. “Antes solo existía una, ahora hay varias y eso ha enriquecido la cinematografía del país”. Como ha ocurrido en su película, ambos destacan la camaradería que se ha creado entre los cineastas más jóvenes de Chile y los más veteranos. I.B.