Fundador, director y alma máter de Wild Bunch (una de las empresas de referencia en la producción y la distribución cinematográfica), Vincent Maraval recibe esta tarde en el marco del Festival el Premio Hostelería, un galardón que lo vincula, aún más, a la ciudad de San Sebastián y a la cultura vasca, por las que siente verdadera pasión.
¿Cómo recibió la noticia dela concesión de este reconocimiento? Pues con mucha alegría, teniendo en cuenta la pasión que siento por la gastronomía y la cultura del País Vasco, un territorio que visito bastante a menudo. De hecho, me trasladé a vivir desde París a Bayona porque me encanta toda esta zona, así que cuando José Luis Rebordinos me informó de que me habían dado este premio, lo acepté encantado.
¿Le hace especial ilusión que se lo entreguen en el marco del Festival? Sí, porque es un certamen al que me siento bastante vinculado. Lo visité por vez primera como simple espectador hace muchos años, cuando no existía ni el Kursaal, se puede decir que lo he visto crecer. Además he tenido la satisfacción de que dos películas que distribuí, Algo parecido a la felicidad (2005) y En la casa (2012), ganasen la Concha de Oro.
¿Qué papel cree que ocupa San Sebastián en el marco de los grandes festivales europeos? ¿Cuál diría que es su punto fuerte? Sin duda alguna su carácter popular, algo que le aproxima a certámenes como Sundance o Toronto donde la audiencia tiene un papel activo, algo que los convierte, bajo mi punto de vista, en festivales dinámicos, participativos, todo lo contrario de lo que ocurre en la vieja Europa. Berlín, por ejemplo, mantiene un tono muy solemne con demasiada presencia de autoridades; Cannes es Cannes, es decir, representa la grandeza, el exceso, la opulencia; y Venecia, en la medida en que tiene su sede en una isla, funciona de espaldas al público que apenas asiste a las proyecciones. Frente a ellos, San Sebastián mantiene un espíritu vivo, como lo prueba la gran acogida que los donostiarras brindan a actores y cineastas.
Hablemos un poco de su trabajo al frente de Wild Bunch. Según usted ¿cuáles han sido las claves que han convertido su compañía en un referente no solo europeo sino internacional? La verdad no sé qué decirte, todo ha sucedido demasiado rápido. En apenas quince años, y casi sin darnos cuenta, habíamos convertido una pequeña empresa que nació con tres personas contratadas en un pequeño espacio, que nos cedió StudioCanal, en una compañía de 150 empleados que además de distribuir cine, lo produce. Creo que buena parte de nuestro éxito se debe al entusiasmo que nos mueve, a nuestra pasión por el cine y a la fidelidad de cineastas como Ken Loach, Miyazaki, Ferrara o Gaspar Noé que, contagiados por ese entusiasmo, han confiado en nosotros y lo siguen haciendo.
¿Hay un mercado global para este tipo de productos? La crisis se ha llevado por delante a muchas distribuidoras norteamericanas de cine independiente que han cerrado apelando a que este tipo de producciones ha dejado de ser rentable. Sin embargo, el éxito de taquilla de películas como Cisne negro o El discurso del rey, realizadas sobre estos parámetros, desmiente que el público dé la espalda a este tipo de cine. El público está ahí, hay que saber buscarlo y para ello es muy importante anticiparse. Dado que desde que se inicia la producción de una película hasta que llega a los cines suelen transcurrir como mínimo un par de años, hay que detectar por dónde van a ir los gustos de los espectadores.
¿Dónde localizaría los principales retos a los que ha de enfrentarse hoy la industria cinematográfica? ¿En la producción? ¿En la distribución?... En la producción no, de hecho hoy se realizan más películas de las que se distribuyen, y eso plantea una disyuntiva. A estohabría que añadir el problema de la piratería, que requiere de una voluntad política global para atajarse, algo que, por desgracia no hay. Las autoridades políticas,en medio de un escenario de crisis, no se sienten legitimadas para pedirle a la población que pague por aquello que puedeobtener gratis, aunque sea de manera ilegal. Así pues, el mercado ha cambiado y no queda otra que aceptarlo. Esto, a su vez, conlleva nuevos retos, por ejemplo bajar los costes de producción.
J.I.