"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Šarūnas Bartas. Uno de los directores lituanos más representativos de su cinematografía. Escribe sus guiones, los pone en imágenes, los protagoniza y es dueño de un estilo muy personal, austero, frío y desangelado que aplica a sus ficciones sombrías y deprimentes, asfixiantes y sórdidas.
Easter Drift (2010) es su última obra hasta el momento y quizás la más accesible de toda su carrera, una visión oscura de los bajos fondos y el mundo criminal en la Europa del Este que nos sumerge en un viaje sin retorno por todo el continente, desde Francia hasta Lituania, Polonia, Bielorrusia y Rusia. Los elementos fundamentales de este atípico thriller que nos introduce en un universo parco e inhóspito son: un hombre atrapado entre dos mujeres y en medio de una trama de tráfico de drogas que lo conducirá a una situación sin salida y un itinerario de huida y un desesperado intento de supervivencia. Estas características también se pueden aplicar a sus personajes, que deambulan sin rumbo fijo por una Europa desvencijada a la que parecen no pertenecer, porque en realidad son vagabundos de un mundo del que hace mucho que fueron expulsados. Estos ángeles desterrados vagan por un paraíso en ruinas, grisáceo, de paredes desconchadas y sucias, que se perfilan a través de una paleta de colores metálicos y gélidos.
Nos encontramos así ante una película criminal de lo más atípica, que rebasa los límites del euro-thriller, en la que no existe acción, ni tensión ambiental, tan solo un trayecto lleno de desidia que nos muestra el presente y futuro trágico de unos seres que no tienen porvenir, que están destinados a morir sin ninguna épica y sin que nadie los recuerde nunca más, como si jamás hubieran pasado por el mundo.
Película triste y llena de magnetismo, muy física, ya que sus personajes se encuentran siempre en movimiento, pero al mismo tiempo muy calmada, llena de planos contemplativos y silenciosos, que intenta hacernos reflexionar alrededor de la fractura que en realidad se encuentra incrustada en una Europa que presume de estar unida y que se configura como un espacio inhóspito y lleno de peligros. Un cuento antiutópico que tira por los suelos los supuestos vínculos de cohesión de los que presume la Eurozona, a través de un discurso tan cínico como reflexivo.
El director se hace cargo del papel principal, volviendo a confirmar su tendencia hacia el exhibicionismo, aunque quien realmente destaca es la actriz Klavdiya Korshunova, quien aporta un magnetismo y una mirada llena de fragilidad a una película itinerante, una road movie filmada sin pasión pero con firmeza, y que explora el paisaje externo y humano de una manera casi primitiva y siempre cruel.
Beatriz Martínez