"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Aunque se trata de un director debutante, el nombre de Shim Sung-bo goza de un gran prestigio entre el público donostiarra. Suyo fue el guion de Memories of Murder, la película que le valió a Joonho Bong la Concha de Plata al mejor director en 2003 y uno de esos títulos que, por mucho que pasen los años, permanece en el recuerdo de los espectadores más fieles al Festival. El cineasta surcoreano llegó ayer a San Sebastián para presentar Haemu, su ópera prima detrás de la cámara, con la que opta a la Concha de Oro.
La película es un relato ambientado en alta mar, donde convergen elementos propios del thriller, del cine de aventuras y del drama social: “El guion parte de un acontecimiento real: la muerte de un grupo de inmigrantes clandestinos procedentes de China en la bodega de un barco que les conducía de manera ilegal a Corea. Para mí es más fácil partir de un hecho real, ya que puedo llevar a cabo un proceso de investigación que me enriquece la labor como guionista, pero a medida que escribo dejo de estar condicionado por la verdad de lo acontecido y mi prioridad pasa por construir un relato que le resulte atractivo al espectador. Me interesa trabajar en un registro realista pero explotando aquellos elementos de ficción que, de un modo u otro, incentiven la dramaturgia”, explicó Shim Sung-bo.
La humanidad del villano
Ese enfoque enriquece una película que, siendo como es una historia épica, plena de tensión y nervio narrativo, no incurre, sin embargo, en los vicios típicos del mainstream al uso donde los conflictos humanos son abordados de manera un tanto superficial. Al contrario, Shim Sung-bo hace de estos el centro de su relato: “A pesar de ser una película que transcurre en alta mar, no me interesaba explotar el conflicto que se da entre la naturaleza y el ser humano sino el que tiene lugar entre los propios individuos. Quería mostrar cómo el pánico convierte a seres corrientes en criminales”, comentó el director, a la vez que reconoció que el trabajo de los actores confirió a la historia una dimensión menos estereotípica que la que tenía originalmente en el guion: “Por ejemplo, el capitán del barco pesquero tenía un perfil mucho más de villano, de hecho la primera idea es que su figura se fundiera con la niebla en el momento de su muerte, creando así un efecto de horror en el espectador. No obstante, luego pensamos que verle morir mientras se empeñaba en mantener su barco a flote, le daba una dimensión más real, más humana”.
El realizador también habló de las dificultades técnicas que conlleva rodar un filme que transcurre en un único escenario: “Mi idea original era filmar toda la acción en un barco real pero claro, estábamos muy condicionados por sus dimensiones, así que optamos por utilizar decorados para algunas escenas y el reto fue que el espectador no percibiera el artificio”. Asimismo, Shim Sung-bo reconoció que ambientar su película en los años de la crisis financiera asiática, cuando las políticas del FMI condujeron al desmantelamiento de muchos sectores ligados a la economía tradicional (como el pesquero, producto de lo cual los protagonistas de la película se ven impelidos a traficar con seres humanos), fue algo deliberado: “Antes de aquella crisis en Corea vivíamos un espejismo de bienestar, ignorando las diferencias de clase”. La existencia de una comunidad muy potente de inmigrantes procedentes de China, utilizados por el sistema como mano de obra barata, y su progresiva integración en la sociedad coreana, ha sido otro de los asuntos que Shim Sung-bo ha querido abordar en este largometraje, según manifestó el director en rueda de prensa. j.i.