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Malkovich haciendo de Casanova en un escenario grita ‘¡Viva la libertad!’ y segundos después se desploma. Por unos instantes, no se sabe si es el actor el que ha sufrido un síncope, o todo está en el guion. Así arranca la primera película proyectada ayer en la Sección Oficial, un filme que juega con el espectador mezclando teatro, ópera y cine de época.
El filme, que intenta capturar el mito del célebre seductor mientras desvela sus aventuras y miedos, es la versión de una obra de teatro que, encabezada por John Malkovich, ha recorrido el mundo durante tres años. El director, Michael Sturminger, buscaba que la película mantuviera el mismo espíritu y, para ello, convenció a cantantes y orquesta para rodar las escenas musicales en directo. “No me preocupaba que saliera perfecto, pero sí que fuese algo vivo, que captara el momento”.
Una de las tramas de la película transcurre en el siglo XVII, en un castillo donde vive retirado Giacomo Casanova en su vejez. Allí recibe la visita de una escritora llamada Elisa (Veronika Ferres), cuya intención es apoderarse del manuscrito de las memorias del seductor, lleno de secretos. El derecho a la privacidad es uno de los temas que sobrevuelan esta cinta, en la que el propio Malkovich aparece como personaje. “A cierto nivel, no existe la privacidad. Por otro lado, yo vivo en mi mundo privado y nadie puede hacer nada sobre ello, aunque lo han intentado”, dice el actor. Para el director, “la opinión pública suele construir una figura que normalmente no tiene nada que ver con esa persona. Casanova fue muy famoso en su tiempo y se convirtió en una leyenda, pero eso no quiere decir que el Casanova real fuese así. La leyenda de John tampoco tiene nada que ver con su persona y meter eso en la película era una manera de reírnos de todo ello”.
Además de Casanova, Malkovich sido en el cine Valmont y Lord Rochester, otros libertinos de época. “Pero yo no les veo como seductores. ¡Son tan trágicos!”, dice el actor. Al protagonista de Las amistades peligrosas, también le cuesta verse como a un personaje, aunque ya tuvo que hacerlo en Cómo ser John Malkovich (Spike Jonze, 1999). Él, que vive la interpretación “como una terapia”, es consciente de que “incluso cuando sientes algunas cosas del personaje, estás mintiendo. Es como con la música, en un momento dado te puede hacer sentir sublime, pero eso no quiere decir que lo seas”. Preguntado por los motivos por los que hace lo que hace, Malkovich contesta citando a Manoel de Oliveira: “Nadie es tan bueno como yo a la hora de entender que la vida es hermosa”. k.a.