"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
En la Sección Oficial de hoy compiten tres pesos pesados: Bille August, representante de una tradición del cine nórdico que, en sus inicios, fue un poco el relevo del Ingmar Bergman de Fanny y Alexander; François Ozon, una de las voces más personales del cine francés de las dos últimas décadas, y Alberto Rodríguez, un realizador español que practica el cine de género imprimiendo un estilo cada vez más depurado.
Bille August compite con Stille hjerte/Silent Heart, un drama de cámara que parte de una situación tratada por el cine en varias ocasiones: la reunión durante un fin de semana de varios miembros de una misma familia. En este caso el motivo no es la celebración de la Nochevieja o el Día de Acción de Gracias, citas cinematográficas ideales para que padres, hermanos, hijos y amigos entren en colisión, sino la aprobación de un hecho irreversible: una enferma terminal desea poner fin a su vida y así se lo comunica a sus familiares. Pero aunque sus dos hijas han aceptado la decisión, el director de Las mejores intenciones no utiliza la dolorosa situación más que como un punto de partida para que emerjan los conflictos no olvidados del pasado.
François Ozon es un cineasta muy querido en el Festival de San Sebastián, donde ha presentado, en Sección Oficial o en Perlas, títulos como Bajo la arena, Mi refugio (Premio Especial del Jurado en 2009), En la casa (Concha de Oro y Mejor Guion en 2012) y Joven y bonita. Regresa ahora a la competición con Une nouvelle amie/The New Girlfriend, película protagonizada por un sorprendente Romain Duris en su primera colaboración con Ozon.
Tras un arrebatado arranque en el mejor estilo teen, en el que sintetiza la intensa relación de amistad y confianza de dos mujeres desde la infancia hasta la muerte de una de ellas, con los triunfos de una y las decepciones de otra, el filme se instala en uno de los terrenos preferidos del cineasta en cuanto a la sexualidad se refiere, y plantea una historia melodramática de transformación con la sutil ironía que le caracteriza. Antes de morir, la joven le hace prometer a su amiga que se hará cargo de su bebé y de su marido. Así comienza el retrato de un personaje que, tras superar la pérdida y el dolor, inicia una nueva vida como si se tratara de una nueva amiga.
La isla mínima depura todo aquello expuesto por Rodríguez en su anterior thriller, Grupo 7. El director de otro filme con el mismo número en su título, 7 vírgenes (Concha de Plata al mejor actor, Juan José Ballesta, en 2005), se sitúa aquí en un terreno cercano al de la serie televisiva “True Detective”, con una investigación policial que se desarrolla en las hipnóticas marismas del Guadalquivir. El paisaje es tan determinante en esta película como las pesquisas de dos policías de ideologías opuestas en la España de la transición, cuando el franquismo no era precisamente una reliquia del pasado. Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez componen una de las más interesantes parejas policiales que pueda haber dado el género en el cine español. Q.C.