"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
La ópera prima del bosnio Danis Tanović, En tierra de nadie (No Man’s Land), tuvo un impacto inmediato desde el momento en el que se presentó en el Festival de Cannes en 2001, donde consiguió el premio al mejor guion, el primero de los galardones de toda una serie de distinciones que culminarían con la obtención del Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Su propuesta pretendía convertirse en el perfecto contrapunto a las ficciones barrocas y desmesuradas del cine del serbio Emir Kusturica. Aquí, basta un escueto escenario y unos pocos personajes para configurar todo un aparato metafórico de gran fuerza alegórica: dos trincheras de bandos contrarios en lo más crudo de la guerra de los Balcanes y tres soldados, dos bosnios y uno serbio, que quedan aislados justo en medio, en tierra de nadie. El director dispone a su alrededor un inteligente y eficaz mecanismo narrativo en el que se pone de manifiesto el absurdo de la contienda, pero también la imposibilidad de alcanzar un acuerdo en el que no esté por medio el odio irracional dentro de la lucha fratricida.
Y todo eso a través de dos personajes acorralados cuyas identidades se convierten en una abstracción simbólica del poso de rabia y violencia que lleva implícita toda guerra, así como de las inevitables contradicciones que habitan en su interior. Lo interesante es que Tanović apuesta por una especie de teatro del absurdo alrededor de sus dos protagonistas, situándolos no solo como entidades representativas y claves dentro de lo que supone la semilla y el embrión de todo el conflicto racial, sino como eje de un circo que se dispone a su alrededor y que se encuentra encarnado en la figura de los periodistas que buscan carnaza por medio de noticias sensacionalistas, de los políticos internacionales que no saben cómo posicionarse, de los dirigentes militares que demuestran una absoluta incompetencia y de los “cascos azules” que no pueden hacer nada en medio de semejante disparate. El director opta por utilizar la crítica más punzante a través del humor más desmitificador, pero hay mucha rabia en sus imágenes y una dureza expresiva subrepticia imposible de obviar en su subtexto.
Al principio de la película uno de los personajes le dice al otro: “¿Sabes cuál es la diferencia entre un optimista y un pesimista? Para el pesimista ya nada puede ser peor. El optimista cree que algo puede empeorar”. De alguna manera, ese es el sustrato que subyace en En tierra de nadie, una sátira llena de acidez sobre la sinrazón de la guerra de Bosnia desde la experiencia de alguien que la ha vivido y captado desde dentro a través de su cámara. BEATRIZ MARTÍNEZ