"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Bruno ha vuelto a Chile a despedirse de un lugar especial, un pequeño santuario familiar donde él y sus allegados vivieron muchos recuerdos que permanecen grabados como se graban las recuerdos de la infancia: con una mezcla de inocencia, nostalgia y sentimiento de pérdida, y con una dulzura aderezada por el paso del tiempo que matiza y barniza todos los sentimientos contradictorios.
Es un sitio mágico, una zona de gran magnetismo donde crece un árbol con una curiosa capacidad de atracción. Eso es, por lo menos, lo que creen los del lugar. Uno de los familiares de Bruno intenta explicar, en torno a un asado que reúne a todo el clan, que en realidad el misterio no es tal: que el árbol en cuestión está en una zona con una pequeña pendiente disimulada por la especial orografía del terreno, y que si aparcan el coche en punto muerto y el coche se mueve, no es por ese supuesto poder increíble en un ser vivo, sino por la propia fuerza de gravedad que actúa en la pendiente. Nadie le hace caso en torno al asado. Todos quieren seguir pensando que es un sitio especial, ilógico. Que es su mundo encantado.
El reencuentro con la pequeña hacienda familiar donde todavía residen sus tíos obliga a Bruno a desempolvar esa memoria infantil, a descubrir cómo esos recuerdos que él guarda como pequeños tesoros son también parte de la memoria íntima de su prima Nelita, y que ambos comparten las mismas sensaciones cuando suben juntos al árbol y se sientan en las ramas del hermoso ejemplar, o cuando se desvían para encontrar el camino más directo hacia el centro magnético. Un camino que, ahora que la familia va a vender la casa y que, de alguna forma, va a enterrar para siempre la infancia compartida, quedará olvidado bajo un montón de gestos y de palabras dichas a destiempo.
ALBERTO BARANDIARAN