"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Estrambótica, culturalmente ecléctica a la par que revolucionaria. Tres adjetivos que definen este grandioso mockumentary sobre la picaresca de unos personajes surgidos del imaginario cotidiano tokiota y que timaban a esas pequeñas “izakaya” (tascas japonesas) o tenderetes a pie de calle con una solera envidiable. ¿Quién no ha soñado con comer gyûdon (básicamente un bol de arroz con ternera, un plato que aparece en una divertida secuencia protagonizada por la yakuza) sin parar hasta reventar? No vamos desencaminados si afirmamos que Tachiguishi Retsuden es demasiado japonesa para los propios nipones, pues Mamory Oshii, como si fuera un sociólogo historicista, radiografía la sociedad en la que vive, desde finales de la Segunda Guerra mundial hasta la década de los ochenta, a través de una serie de antihéroes que se mueven entre la leyenda urbana y los bajos fondos. También es una crónica negra de algunos pasajes desconocidos de ese Japón de la segunda mitad del siglo XX, desmitificando y poniendo en tela de juicio sucesos clave de la historia moderna de la democracia nipona, la del reinado del emperador Hirohito, tales como la ascensión de los establecimientos de comida rápida (la cadena Yoshinoya no sale muy bien parada), los Juegos Olímpicos de Tokio del 64, la Expo Universal de Osaka del 70, los movimientos contraculturales contra el ANPO (tratado de seguridad entre Estados Unidos y Japón), los zengakuren (movimientos comunistas de extrema izquierda), el terrorismo urbanita del grupo Nihon Sekigun (Ejército Rojo Japonés) o la especulación de terrenos rústicos para construir parques de atracciones con financiamiento occidental. Todo ello mediante una innovadora técnica apodada superlivemation, que consiste en digitalizar y animar fotografías o filmar a actores reales para convertirlos en marionetas troqueladas (se llegaron a invertir más de treinta mil fotos, procesadas hasta veinte veces en acetatos digitales). Por lo raro que resulta la idea de aproximarse a ese Japón menos turístico ya debería provocar la curiosidad de todos aquellos que aún no conocen el discurso nihilista de Oshii. Aunque, sin duda alguna, es un largometraje que satisfará y desconcertará a los fanáticos de la cultura pop japonesa. Y muy probablemente, al salir de la proyección, apetezca una degustación de los típicos fideos udon. Eso sí, pagando, por supuesto, pues nosotros no somos unos profesionales en el arte de comer gratis.
EDUARD TERRADES VICENS (CineAsia)