"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Si Richard Linklater es uno de los cineastas básicos del cambio de siglo, Waking Life (2001) debe de ser su película clave. Puede parecer arriesgado decirlo cuando estamos ante el responsable de Slacker (1991) o de la trilogía que forman Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer (1995-2012), por poner unos pocos ejemplos, pero también es justo. Pues este asombroso ejercicio de animación por rotoscopia, donde la realidad parece un sueño y viceversa, contiene tantas ideas por minuto que resulta imposible procesarlas en un solo visionado: Waking Life es un elogio de la mutación, de modo que sus formas sinuosas, deslizantes, fluidas, acaban siendo una bonita metáfora de la vida que se escapa por momentos pero que también procura un placer infinito, multiforme, a medida que transcurre.
Ignoro si se puede hablar de protagonista en esta película, a no ser que se trate de una mente perezosa y vagabunda, una especie de discurso flotante que se encarna en diversos avatares en forma ya de pequeñas anécdotas, ya de epifanías repentinas. De lo que sí estoy seguro, no obstante, es de su condición absolutamente innovadora, no solo en el terreno de la animación, sino también del pensamiento cinematográfico. No teman, Linklater nunca abruma, y sus reflexiones son siempre ligeras como una pluma, adquieren un carácter despreocupado y evanescente que toma forma en su gusto por la divagación, la digresión, el rodeo, la manera en que pueden aparecer Julie Delpy y Ethan Hawke recién salidos de otra película, demostrando que también las imágenes tienen sus vasos comunicantes. Pero a la vez el resultado es sorprendentemente sólido, habla de las grandes cuestiones con desparpajo nunca exento de rigor, teje una filosofía existencial casi sin quererlo, como una puesta al día de los diálogos platónicos, solo que esta vez en forma de monólogos compartidos, de pequeños fragmentos sutilmente interconectados.
¿Y de qué habla, entonces, Waking Life? De cómo hablar de las cosas, por ejemplo. De la humildad que hay que adoptar ante esa nube gigantesca en la que vivimos día a día, aunque también de la necesidad de pensar, de darle vueltas a todo. Déjense llevar por este torrente de ideas, por este río de sensaciones, y no se pregunten qué se esconde detrás de cada escena, de cada cambio de rumbo. El arte de Richard Linklater consiste en transmutar la verdad en apariencia, en pasearse como un diletante por la vida haciendo preguntas que pueden parecer absurdas hasta que se revelan fundamentales. Es el arte del cine en su forma más sofisticada: interrogar a la realidad y dejar que se exprese libremente.
CARLOS LOSILLA