"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Diego Quemada-Díez recordó ayer en el Kursaal que comenzó con la idea de La Jaula de Oro en 2003 y se puso a realizarla en 2007. Durante todo este tiempo, llenó cuadernos y grabó historias, recorrió las vías del tren, conoció y convenció a líderes y autoridades y entrevistó a cientos de jóvenes en busca de sus cuatro quinceañeros protagonistas: Sara, Juan y Samuel, de la Zona 3 de la capital de Guatemala, y Chauk, un indígena tzotzil de Chiapas que no habla ni una palabra de español. En la historia de Quemada-Díez, los jóvenes emprenden el mismo viaje hacia el Norte que miles de migrantes centroamericanos, burlando a policías y migras, sufriendo a los coyotes y buscando cómo comer cada día.
Fue precisamente la peripecia real el rodaje lo que más interesó al público que abarrotó la sala para ver la cinta que abrió el ciclo de películas latinoamericanas. En el coloquio que siguió, el director reconoció que, buscando la mayor verosimilitud, realizó el viaje con los actores, que vivieron el camino sin conocer los detalles de la historia ni lo que les iba a pasar. El meritorio trabajo de los protagonistas fue lo más aclamado en la presentación de La jaula de Oro en el último Festival de Cannes, donde el público puesto en pie dedicó una larga ovación a los actores, reconocidos con el Premio Un certain Talent.
Aunque nació y creció en España, Diego Quemada-Díez (Burgos, 1969) se formó como cineasta en el continente americano y su trabajo de graduación, Una mesa es una mesa, ganó el Premio de la Asociación Americana de Cinematógrafos. En el largometraje que trae a Horizontes, “yo no quería solo llamar la atención sobre los miles de migrantes”, explicó ayer. “También quería contar la transformación de ese niño que cree en un sueño materialista y que, en el camino y gracias a su compañero indígena, aprende otras muchas cosas”. Conocedor en profundidad de la problemática que trata, el realizador habló de los sueños rotos de los jóvenes del Sur y destacó su constatación de que “detrás del fenómeno migratorio hay toda una problemática de conquistas y de colonizaciones, de indios y de vaqueros, que está muy presente en toda América.”
P.Y.