"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
A mediados de los años noventa, Bill Plympton facturaba una maleta en los aeropuertos llena de cintas de vídeos. Era una valija con su filmografía completa en VHS que paseaba por todos los festivales que tenían a bien invitarlo. Llegado a destino, el propio Bill en persona se ponía a vender sus películas a sus espectadores, a veces rubricando la carátula de la cinta con una firma y/o monigote garabateado. Era esta actividad el último estadio de lindependencia y control total sobre su obra de este indomable creador. Ya no sólo se encargaba él mismo de concebir, dibujar, colorear, animar, poner voces, dirigir y producir cualquiera de sus proyectos, sino que también apañaba una distribución alternativa de sus filmes.
Los títulos Los títulos que Plympton incluía en tan atípico equipaje en aquellos tiempos eran ya piezas de culto entre los gourmets de los cartoons para adultos: Plymptoons, una recopilación de sus célebres cortometrajes (incluyendo el nominado al Oscar en 1987, Your Face, o sus cortinillas para MTV); The Tune, el primer largometraje de animación que se cascó él enterito dibujando todos y cada uno de sus fotogramas, o I Married a Strange Person, una disparatada obra maestra sobre la incomunicación en la pareja. De la suma de todos estos títulos resultaba lo siguiente: Bill Plympton era un genio free-lance que se había construido su propio camino porque… no le quedaba otra. Sus animaciones esenciaban y amplificaban el sadismo de algunos gags de Tex Avery o Chuck Jones en un estilo desproporcionado y kamikaze que voluntariamente no era para todos los públicos: nunca escondía el trazo a lápiz, ralentizaba o aceleraba el timinig de cada secuencia en un tempo personalísimo, imaginaba hipérboles loquísimas sobre sexo y violencia, etc…
Toda esta cornucopia estilística también está presente en Hair High, otro slapstick cruel, esta vez a propósito de las teen pics y la nostalgia de la década de los cincuenta. En esta historia de cheerleaders y quaterbacks, de tupés y cadillacs, de pagafantas y bailes de graduación, los géneros y referencias se acaban entrecruzando y lo que empieza pareciendo un remake disfuncional de Hairspray o American Graffiti acaba convirtiéndose en un homenaje bufo a slashers de instituto como Carrie o Prom Night.
Pero, por encima de todo esto, Hair High es un cuento con una extraña moraleja sobre la intensidad salvaje que conlleva sentir el flechazo amoroso, ese momento que exagera todos nuestros sentimientos hasta el descontrol (terreno abonado, pues, para la demasía audiovisual de Plympton). Y es que en el fondo este Bill es un romántico.
JOAN PONS