"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Remover la conciencia de todo un pueblo hasta confrontarlo con los horrores de su pasado más reciente no resulta tarea fácil, ni para quien emprende dicha labor (que suele ser mirada con recelo y desconfianza) ni para la ciudadanía, objeto de su empeño revisionista, que, normalmente, prefiere pasar página cuanto antes para afrontar el futuro con una relativa sensación de normalidad. Las aristas que plantea un conflicto tan espinoso son las que sostienen For Those who Can Tell no Tales, tercer largometraje de ficción de la cineasta bosnia Jasmila Žbanic (ganadora del Oso de Oro en Berlín hace siete años con su ópera prima, Grbavica), que ayer compareció en Donostia en una animada rueda de prensa que pronto adquirió forma de debate de ideas.
“Andaba buscando un argumento que me permitiera reflexionar sobre lo que somos veinte años después de la guerra. Alguien me habló de la performance que Kym Vercoe había hecho primero en su Australia natal y después en Bosnia sobre el conflicto emocional que le procuró visitar Visegrado y pernoctar en el hotel Vilina Vlas, que a principios de los años 90 fue centro de detención, violación y tortura de cientos de mujeres musulmanas que, posteriormente, serían asesinadas. Hablé con ella y decidimos abordar su propia historia haciendo una suerte de filme de ficción con un fondo documental”.
Mirada foránea
Kym Vercoe, que protagoniza el filme interpretándose a sí misma, reivindicó “mi derecho a hablar sobre una realidad de la que no formo parte”, si bien confesó que al principio este hecho le generó un conflicto moral que resolvió mostrándoles su espectáculo a amigos bosnios que la animaron a seguir adelante. Para su directora “partiendo de que ningún ser humano es ‘de fuera’, en el gesto de Kym hay algo hermoso, puede que incluso para los bosnios resulte terapéutico que venga alguien desde las antípodas a arrojar luz sobre aquello que a nosotros nos cuesta hablar”. Porque sobre la población bosnia –y de eso también trata la película– parece haberse instalado una suerte de ley del silencio que conlleva la negación del propio pasado, más si el interlocutor es extranjero (como el caso de Kym Vercoe) o tiene raíces musulmanas como la directora Jasmila Žbanic. Incluso alguien como el guionista Zoran Solomun (cuya ascendencia serbia le llevó a encontrar más aliados entre los ciudadanos de Visegrado para recabar datos sobre el genocidio que allí aconteció), reconoció que “aquellos con los que hablé se dirigían a mí secretamente y asumían los horrores de la guerra pero con la boca pequeña”.
Para Jasmila Žbanic esta negación del pasado se da “no por falta de información sino porque nos sigue costando distinguirnos como individuos, y nos es más cómodo, para según qué cosas, refugiarnos en un sentimiento de identidad grupal que nos lleva a hacer nuestros los argumentos de la tribu”. La cineasta señaló que resulta urgente solucionar ese conflicto y mostró su confianza en que las nuevas generaciones lideren ese cambio de mentalidad, si bien precisó que “no se puede mirar hacia delante optando por pasar página. No creo en la construcción de un futuro donde no quepa el pasado”.
J.I.