"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Con Paprika (2006) Satoshi Kon alcanzó la perfección en el desarrollo de las obsesiones que habían poblado su imaginario creativo a lo largo de su carrera, en la que desarrolló un corpus conceptual casi inagotable y repleto de hallazgos y recorrido por una poderosa sensibilidad a la hora de captar las fragilidades y los miedos del alma humana.
Fue su última película antes de fallecer repentinamente en 2010 y constituyó un epílogo coherente a lo que fue toda su obra, ya que en ella encontramos la mayor parte de los elementos que había utilizado hasta el momento, pero con un sentido todavía más espectacular: la dualidad de la personalidad que obliga a los individuos a desdoblarse en dos imágenes especulares de una misma identidad; la confusión entre ficción/ realidad/sueños/pesadillas; la superposición de niveles narrativos que conforman unidades de acción que se contienen las unas a las otras (como si se tratara de muñecas rusas en el plano de la secuencialidad); las inseguridades en el seno de una sociedad alienante…
Paprika es una película que explora el subconsciente, que prácticamente se introduce dentro del mundo deformante de los sueños para extraer de ellos todo su poder significativo. Desde los más imprevisibles que aparecen cuando dormimos a nuestros anhelos más internos. El personaje de Paprika funciona sirviendo de intermediario para afianzar las voluntades de las gentes y conseguir que sean felices consigo mismos.
El filme de Satoshi Kon también tiene algo de paranoia de grandes dimensiones que resulta tan inabarcable e inconcreta como el espacio infinito del subconsciente que habita. Por eso está construido como un collage, a través de imágenes inconexas que se repiten una y otra vez de igual o diferente forma, que se funden las unas con las otras para crear delirios utópicos en los que todo vale. Por eso la frontera entre los géneros se encuentra totalmente diluida. A pesar de que toda la línea narrativa que sigue es la de una película de misterio, son muchas las capas que se superponen, desde la fantasía high-tec, a la ciencia-ficción, el kaigu-eiga o la fábula existencial.
Porque en última instancia, lo que quiere decir un filme como Paprika es que el hombre en el presente se encuentra tan oprimido por el mundo que le rodea que solo puede alcanzar la libertad a través del espacio soñado, imaginado. Y este nivel superior también contiene al cine, que se ha convertido en estos tiempos que corren en uno de los pocos ámbitos a través de los que poder evadir nuestra mente y dejarla llevar.
BEATRIZ.MARTÍNEZ