"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Hay veces en las que la mala suerte parece ceñirse sobre un proyecto. Tras rodar Torremolinos 73, Pablo Berger presentó a los productores en 2005 un guion para una película muda, en blanco y negro y con música. Las dudas sobre la viabilidad de aquella
idea y las dificultades que generaba una producción de semejante envergadura se prolongaron el tiempo suficiente para que otro cineasta, Michel Hazanavicius, que manejaba desde hace tiempo una idea similar, se adelantase al director bilbaino y consiguiera un éxito a nivel mundial con su película The Artist.
Pablo Berger reconoce que este hecho le fastidió un poco “en tanto nos hizo perder el efecto sorpresa, algo que para mí es fundamental”. Pero como no hay mal que por bien no venga, lo cierto es que en la estela de The Artist “hemos conseguido una expectación que nos ha llevado a tener la película vendida ya a muchos países”. Ante la pregunta de si hay futuro para el cine mudo, el director quiso, no obstante, restar importancia a este hecho: “El que una película sea muda y en blanco y negro no deja de ser una anécdota formal, lo único que exige al espectador actual es algo más de esfuerzo, que en todo caso se ve recompensado con un placer visual mucho mayor”. A partir de ahí el cineasta señaló las diferencias entre su Blancanieves y The Artist: “Nuestra película, creo, tiene un punto más arriesgado y bebe de las fuentes del cine europeo de los años 20 mientras que The Artist es una mirada nostálgica al cine mudo norteamericano”.
Para colmo de coincidencias, cuando la película estaba ya en fase de rodaje, los miembros del equipo recibieron la noticia de que Hollywood se disponía a lanzar dos películas sobre el personaje de Blancanieves: “Pero ahí mi preocupación fue menor, dado que ni Julia Roberts ni Charlize Theron pueden competir con Maribel Verdú haciendo de madrastra”, comentó entre risas Pablo Berger. La actriz, por su parte, se mostró entusiasmada con su personaje. “Es la primera mala que hago y la verdad es que a
partir de ahora me gustaría seguir por este camino, después de veinticinco años con papeles de sufridoras”.
El director de Blancanieves destacó la entrega de todos sus intérpretes y su idoneidad
para los personajes asignados aun trabajando, en muchos casos, en un registro nuevo para ellos: “Lo maravilloso de estos actores es que tienen focos en vez de ojos, esa expresividad en esta película es fundamental”. Aun así, Ángela Molina confesó haber “echado de menos la palabra como herramienta de trabajo”, si bien luego viendo la película “descubrí cómo la palabra surge del sentimiento, del gesto”.
Lo que tuvo claro Pablo Berger es que no quería rodar una película fantástica: “Me interesaba jugar con elementos realistas, construir una suerte de cuento de cuentos donde hubiera referencias a este tipo de narraciones pero en una clave distinta. Quería explotar esa iconografía española desde un punto de vista romántico y estilizado,
como lo hicieron los escritores franceses que visitaron Andalucía en el siglo XIX”.
Plagada de guiños cinéfilos “antes que director me considero espectador”, comentó Berger. Esta relectura del cuento de los hermanos Grimm en clave valleinclanesca atesora referencias estéticas a Velázquez, Goya y Romero de Torres, pero también a Murnau, Tod Browning o Dreyer: “Miramos al pasado con la idea de hacer algo nuevo. Pero la modernidad en el cine ya estaba inventada en los años 20”, según su director, quien apeló a que su sueño con Blancanieves es “ejercer de hipnotista, de mago: transportar al espectador durante una hora y media a un universo que despierte sus emociones más puras”.
J.I.