Este año Ricardo Darín no llega a San Sebastián a presentar ninguna película. En esta edición, el gran actor argentino es uno de los integrantes del Jurado que elegirá la Concha de Oro. Darín (Buenos Aires, 1957) se muestra encantado y entusiasta en su nueva faceta: “La actitud y la sensación térmica este año son totalmente distintas. Uno no tiene todos los días la posibilidad de ver tranquilamente el trabajo de todos estos cineastas, estos estilos narrativos tan completamente distintos: Ozon, Costa Gavras, Cantet, Trueba… Este año vengo ansioso y con mucha curiosidad”.
Para el actor argentino, la experiencia del Zinemaldia es siempre muy especial. “Es fantástico. Salvando las distancias, San Sebastián se parece a La Habana, porque ambos tienen un plus que otros no tienen: la gente. Obviando por supuesto el excelente nivel cinematográfico, y la diversidad de filmes y de proyectos, lo mágico, lo que se vive en pocos festivales de cine es el contacto con la gente, con la audiencia, con el olor
del cine; se va convirtiendo en algo propio de la gente y nadie se quiere quedar fuera, consiguen sus entradas con tanta anticipación o se acercan a las boleterías a última hora… Se nota el interés y el entusiasmo por el cine y por el evento en su
totalidad”A su paso por Donostia, Darín bromea sobre los premios: “En San Sebastián el gran premio es participar, formar parte de todo esto”, e insiste en que su calidad de hombre de cine, como actor y como director (La señal), no le cambia el punto vista a la hora de sentarse a ver una película: “Sinceramente, lo primero que soy es espectador, ni directorni actor; prefiero dejar de lado ese enfoque, porque me parece la mejor manera de ser fiel a lo que es uno como ser humano.
Por supuesto que después tenemos oportunidad de visualizar y apreciar todos los aspectos del trabajo, pero la primera impresión siempre es la verdadera, la natural: somos espectadores, asistimos a un espectáculo y el impacto concreto es difícil de olvidar. Ésa es la posición en la que me coloco, no pretendo hacerme el
superentendido”.
Para muchos espectadores, el rostro de Darín es la cara de la cinematografía argentina de
los últimos 15 años, y especialmente sus trabajos con el director Juan José Campanella
con el que rodó El mismo amor, la misma lluvia, El hijo de la novia, Luna de Avellaneda y El secreto de sus ojos. Una dupla exitosa –se dice de ellos– que ha llevado al cine argentino
a otra liga. “No sé, responde Darín, los dos hemos tenido mucha suerte, por conseguir combinar bien nuestros oficios. Hemos aprendido y crecido juntos. Después de cuatrolargos, esa relación de ida y vuelta es productiva, y logra que dos personas de características tan distintas puedan tener una misma mirada. Y digo que tuvimos suerte porque, mas allá del trabajo y la creatividad, lo que sí hemos recibido es una gran aceptación por parte de la audiencia y eso entusiasma y anima y empuja a intentar más cosas.
En este momento no tenemos proyecto conjunto, porque él anda acabando un largo de animación, un viejo sueño que tenía, y yo por otro lado estoy con otras cosas, pero siempre sé que calladamente tenemos el anhelo de algún día volver a hacer algo juntos.”Uno de sus últimos trabajos ha sido Elefante blanco (2011).
Esta película -que puede verse este año en la sección Made in Spain- fue su segundo filme con el director Pablo Trapero, y en ella Ricardo Darín muestra su faceta más comprometida. “Es muy difícil no salir modificado de una experiencia como aquella”, asegura. “Elefante Blanco nos supuso trabajar con una comunidad durante más de tres meses, día y noche con ellos, conocer su problemática en profundidad, interpretar lo que está sintiendo la gente más golpeada por las injusticias y verlo además desde una vida de privilegio. Y me refiero a que abras un grifo y salga agua caliente, o a que
salga simplemente agua, a ver y comprobar hasta qué punto hombres y mujeres decentes en su trabajo, gente esforzada, está siendo golpeada por una situación social, y comprobar que sus hijos siguen asistiendo al colegio limpios e impecables ¿Cómo no ser comprometido cuando contactas con las comunidades más sumergidas, con la gente que está en una situación más precaria?”.
P. Y.