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El Gobierno iraní rehusó financiar la película Parviz y le denegó la licencia porque la consideraba “demasiado triste, oscura y violenta”. Pero su director Majid Barzegar “cruzó la línea roja” y buscó capital privado para sacar adelante su proyecto, una película que trata de “la parte oscura del poder”.
La ópera prima de Barzegar relata la historia de Parviz, un iraní de unos 50 años con una vida simple y monótona. Su día a día se reduce a hacer las labores de la casa que comparte con su padre y a hacer los recados a los vecinos, pero todo cambia de la noche a la mañana, cuando su padre se vuelve a casar y lo echa de casa.
El frágil y solitario protagonista se ve obligado a reinventarse e iniciar una nueva vida independiente. Alquila un piso y comienza a trabajar como guarda de seguridad, algo que, por primera vez en su vida, lo hace sentirse poderoso. Se acabaron las órdenes, los gritos, las burlas y la sumisión.
“He querido visibilizar a todas aquellas personas que pasan desapercibidas en la sociedad y ver cómo evolucionan cuando adquieren poder”, explica el director, que a la hora de filmar se inspira en el estilo “analítico” del cineasta Robert Bresson. A Barzegar no le interesa el cine de ocio, sino las películas que invitan a la reflexión y, para ello, recurre a la utilización de “planos largos, escenas oscuras y guiones con poco diálogo”.
El objetivo del iraní era reflexionar en el significado del poder e indagar en el conflicto que se genera en las personas excluidas cuando alcanzan este estatus. “Papá, tú y yo tenemos mucho que hablar”, le dice Paviz a su padre. “¿Sobre qué”, le pregunta éste. “Sobre muchas cosas”, afirma el hijo, con intención de revisar la tormentosa relación que han mantenido durante años. Por primera vez, el protagonista se atreve a plantar cara a su padre y cuestiona las reglas que han regido su vida hasta el momento.
“Es como si de una interpretación moderna del complejo de Edipo se tratara. El amor a la madre le lleva a matar al padre para llegar al poder”, apunta el cineasta.
Parviz también se puede entender como una exploración de los límites del ser humano y de cómo las personas que viven bajo presión terminan explotando. “No pretendo hacer un estudio sociológico de Irán, pero es inevitable unir la historia con mi país y con las personas que viven bajo presión”, explica el cineasta.
Él mismo vivió en carne propia las reticencias del Gobierno de Mahmud Ahmadineyad cuando se negaron a colaborar con su proyecto. El realizador asegura que a pesar de “encenderse la bombilla roja”, consiguieron culminar la película y estrenarla en Donostia, algo que le satisface “enormemente”.
Su siguiente reto: lograr que la cinta se distribuya en Irán. “Sin lugar a dudas, será difícil conseguirlo, pero tenemos confianza porque en en mi país existe un cine independiente muy fuerte y presionaremos".
E.A.