"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Al final de La fiera de mi niña, el mundo ordenado del paleontólogo interpretado por Cary Grant se viene literalmente abajo con la irrupción (culminante, definitiva) de la mujer interpretada por Katherine Hepburn, un auténtico torbellino emocional. El plano final, con el esqueleto del dinosaurio cayendo estrepitosamente al suelo, es la imagen del triunfo del caos.
Director de La fiera de mi niña, Howard Hawks es uno de los máximos exponentes de lo que se ha dado en llamar la comedia clásica. Para entender la Nueva Comedia Americana –este movimiento, tan de moda, que comprende a cineastas tan dispares como Judd Apatow y Ben Stiller– es necesario mirar hacia aquella comedia clásica, pero también hacia John Landis, un hombre que se prodigó en los años ochenta y que, a finales de los setenta, firmó un filme seminal: Desmadre a la americana. Por un lado, están los rituales al uso. Con togas, velas, con personajes aparentemente correctos (y resentidos) y con uniformes y dictados militares. Por el otro, está el desmadre. El auge y caída de la hermandad donde va a parar lo peor de cada casa: alcohólicos, mujeriegos, vividores, losers. En el fondo, en Desmadre a la americana Landis trabaja sobre uno de los pilares del humor americano: el orden frente al caos.
Desmadre a la americana no sólo se impuso como uno de los pilares de la Nueva Comedia Americana (desde Porky’s de Bob Clark a Aquellas juergas universitarias de Todd Philips a filmes de instituto como Dazed and Confused de Richard Linklater, muchas son las películas que beben de ella), sino que puso en la palestra el nombre –y el rostro, y el físico– de uno de los actores más importantes del género: John Belushi. Él interpreta a Bluto, el más primitivo de los personajes que componen el fresco de Desmadre a la americana. Chico de monosílabos o gruñidos, él protagoniza los gags más gráficos de una película de estructura aparentemente dispar (caótica): especialmente, el momento en que, espiando a una chica desde lo alto de una escalera, cae al suelo. El tosco Bluto, con sus pocas palabras, es “curiosamente” el encargado de dar el discurso que liderará a sus compañeros a la desmadrada victoria.
El final de Desmadre a la americana, en el que se apunta el destino de cada uno de los protagonistas con un breve texto, cuenta cómo estos chicos irreverentes serán, a la postre, los grandes nombres de la historia estadounidense; pues, según Landis, en los blutos y en el caos están los Estados Unidos del futuro.
VIOLETA.KOVACSICS