"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Georges Franju dirigió catorce cortometrajes de carácter documental, menos uno de ellos,
antes de su debut en formato largo en 1959 con La cabeza contra la pared. Nunca abandonó esta práctica: entre 1965 y 1976 firmó una quincena más para la serie televisiva “Chroniques de France”. Así que el corto documental es en su obra una parcela tan importante como las recreaciones del serial o las adaptaciones literarias.
Le Sang des bêtes (1949) muestra el día a día en dos mataderos de París, pero igualmente captura imágenes insólitas de la ciudad, imágenes que establecen esa preciosa alianza entre el documento y la fantasía: según Jean Mitry, el cine francés no
había dado semejante muestra de lirismo delicado y a la vez atroz desde Jean Vigo. La captura de una realidad concreta –el ritual cotidiano de los matarifes–, transformada a través de un sentido poético de la puesta en escena, da paso en Le Grand Mèliès (1952) y Monsieur et Madame Curie (1953) a una mirada más didáctica pero capaz de extraer un sustrato intimista tanto en los avatares científicos de los estudiosos de la radioactividad como en las andanzas de uno de los padres del cine, que aparece en pantalla
interpretado, recreado, por su propio hijo, André Méliès.
Franju aceptó realizar un corto sobre las familias que abandonan a sus perros al llegar el
verano. Mon chien (1955) filma la aventura lastimosa de un pastor alemán desde que es abandonado hasta que es confinadoen una perrera, dentro de una jaula, como enjaulados estarán los perros de la mansión-clínica de Ojos sin rostro. El texto comentado de Jacques Prévert realza la ingratitud humana y el triste periplo.
Una de las muestras más decisivas del estilo deslizante entre géneros y texturas de Franju es La Première nuit (1958), intersección perfecta de ficción y documento. El filme se abre con una cita que Franju les pidió expresamente a Boileau y Narcejac, escritores con los que después colaboraría en Ojos sin rostro y Pleins feux sur l’assassin. Es una frase sobre el decorado de nuestra vida cotidiana que engendra un mundo inquietante y la idea de que solo depende de nosotros despertar a los monstruos. En la película, un niño rico escapa del coche que le lleva a casa para seguir, en el metro, a una compañera de clase. El pequeño, con aires del futuro Antoine Doinel, se pierde y queda atrapado en el interior del metro durante toda la noche. La Première nuit es tanto una historia fantástica –al niño se le aparece la niña, figura fantasmática que le observa desde un vagón solitario– como un documento sobre el metro parisino, un decorado corriente que se convierte en un espacio fantástico y quebradizo, la razón de ser de tantos documentales del director.
Q.C.