"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Zoolander, apostillada felizmente entre nosotros Un descerebrado de moda, une precisamente estos dos conceptos, el mundo de la moda, la alta costura, las pasarelas y los modelos masculinos, revisados con salvaje sarcasmo, y la capacidad para no tener cerebro, o tenerlo y no darse cuenta de ello, que ostenta el personaje principal, Derek
Zoolander, modelo triunfador pero que carece de toda expresividad pese a que busca desde hace años la mirada de azul intenso con la que reinventarse a sí mismo.
Ben Stiller, el autor total de la comedia contemporánea según el canon cahierista (es el
director, actor, co-guionista, co-argumentista y productor del filme), también se reinventa
a sí mismo, tras mostrar como realizador un estilo cómico bien distinto en las precedentes Reality Bites y Un loco a domicilio –aquí enfrentándose a la comicidad opuesta de Jim Carrey–, y de paso recomponer algunos elementos comunes de la actual comedia estadounidense.
Porque Derek Zoolander, modelo hipersensible y ridículo al mismo tiempo, hijo de una familia de mineros que lógicamente ha renegado de él –impagables escenas con el padre, Jon Voight, y los dos hermanos, Vince Vaughn y Judah Friedlander, tratados
como si fueran personajes de un cartoon– y convencido de su gran versatilidad porque apareció con la misma tosca expresión pero vestido con doce camisetas distintas en las hojas de un calendario, es, en el fondo, con idéntica malicia, otro tipo aquejado del síndrome de Peter Pan. La diferencia, no menor, es que él se refugia en su condición de
modelo –para quienes el paso del tiempo causa aún mayores estragos: la quimera del cuerpo permanentemente joven– en vez de guarecerse en los porros, los videojuegos, las películas porno, la escatología o las juergas colectivas como en tantas producciones
de Judd Apatow.
Zoolander tiene alguno de los momentos de mayor esplendor tanto en la obra de Stiller
–es su película más definitoria junto a Tropic Thunder– como en el género cómico. Algunos ejemplos: el enfrentamiento en la pasarela, con David Bowie de improvisado jurado, entre Zoolander y su rival, el modelo rubio, ascético y new age que interpreta un genial Owen Wilson; la secuencia con el símil de Garganta Profunda –un David Duchovny venido directamente de los expedientes X– que antaño fue el mejor modelo de manos del mundo; la inmolación con gasolina de los despreocupados amigos de Zoolander o el gag con la maqueta del centro para niños chachi que quiere inaugurar el protagonista para encontrar un nuevo sentido a su vida.
Q.C.